
Como casi siempre en estos casos, lo más llamativo del escándalo de la filtración de las preguntas en las oposiciones de RTVE son las reacciones (aquí, un excelente artículo de Sandra León explicando, en la medida de lo posible porque todo es muy oscuro, lo que se sabe y lo que se intuye). Por lo que se dice expresamente, pero también por la denuncia implícita que hay en muchas de ellas. Denuncia hacia los demás, pero también hacia uno mismo y hacia unos hábitos adquiridos (y silenciados) que no resisten la luz del día.
Entre los comentarios más habituales en redes sociales, hay tres líneas de argumentación que destacan por su frecuencia. Podríamos decir que son algo así como las razones más lógicas (por cierto, lo son) que tratan de explicar lo sucedido. Y no tratan tanto del detalle de cómo se filtró el examen o si fue fulano o mengano; como del fondo del asunto: por qué ocurren esta cosas.
La primera apela al poder de los sindicatos dentro de los entes públicos: no sé si con razón o sin ella, pero todos les señalan a ellos e incluso en los medios de izquierdas parece haber una batalla de acusaciones cruzadas entre las diferentes organizaciones. Sería algo así como "estos hacen y deshacen desde hace tiempo, como si fueran los señores del cortijo, y esta vez se les ha ido de las manos".
En una línea parecida, menudean los comentarios sobre otras oposiciones en las que el porcentaje de aprobados con apellidos conocidos en el cuerpo que convoca las plazas es llamativamente elevado. Siempre queda la duda de si el niño es diplomático porque quiere seguir el ejemplo del padre o porque sabe que tendrá el empujoncito requerido en el momento adecuado. Pero, de nuevo, en RTVE y fuera de ella, de la teoría al concurso público igualitario a la práctica del dedazo (o la ayuda decisiva) hay un sorprendente trecho.
Por último, lo más interesante para un economista. La explicación de por qué más de 5.000 candidatos luchaban (con enormes costes, en tiempo, esfuerzo y, en algunos casos, también dinero) por las 474 plazas convocadas. O por qué era tan importante colar a los tuyos. O por qué hay tantos intereses alrededor de este tipo de pruebas (hemos visto otras oposiciones en las que la ratio presentados/plazas era muchísimo más elevada). La respuesta, obvia, está en las condiciones de los que superan el examen. Quien más, quien menos, lo que el saber popular transmite estos días es que las oposiciones a RTVE son un chollazo, como muchas otras a la función pública: es de esas cosas que nadie dice en voz alta, pero que podrían resumirse en "plaza fija hagas lo que hagas en el futuro, sueldo por encima de lo que paga el mercado y poca exigencia laboral".
La privatización
Todo esto viene a cuenta de que uno de los grandes temas del debate público español está en "la privatización" de "lo público". Lo que se supone que es de todos no puede quedar en manos de alguien que sólo quiera lucrarse y aprovecharse para su beneficio personal. Le dan una concesión para gestionar el comedor de un hospital a una empresa privada y se montan la mundial.
Pero, la verdad, vienen a la cabeza pocas cosas más privatizadas que un puesto de redactor de por vida en RTVE, un jefe de planta en La Paz o un administrativo de la oficina de Correos de Orihuela. Es tan privado que el beneficio íntegro es para ellos: nunca conocí el caso de un funcionario que comparta lo que cobra con el resto. Y sí, es su sueldo a cambio de tu trabajo; no quiero que me den una parte. Pero, conceptualmente, sigo sin tener claro por qué un examen que garantiza 450 plazas y salarios durante cuarenta años no es privatización y una concesión de un par de años, sí.
En la misma línea, no hay más que ver cómo han respondido unos y otros (especialmente los sindicatos, pero no sólo) en los últimos días, para intuir que, una vez dentro, "lo de todos" pasa a ser un poco menos de todos y un poco más de ellos en cuanto cruzan el umbral de la oposición (recordemos cuando vetaron a Rallo sólo porque no les gustaba lo que decía). Es "su plaza". Y es "fija".
Dicho esto, tampoco tengo claro que se pueda hacer demasiado para cambiar el sistema. Aunque las oposiciones en España son un sistema de selección absurdo; con unos sesgos muy marcados que pueden ser buenos o no (premian determinadas características, como la memoria o la paciencia, frente a otras como la imaginación o el atrevimiento); con unos exámenes preparados por aquellos que viven en ese mundo y no se plantean que pueda ser de otra manera; con un listado de plazas mucho más preparado para los últimos veinte años que para los veinte que vienen;... digo que, aunque es absurdo, es casi inevitable que sea así. Probablemente es la forma menos mala que existe de controlar que cualquier ente no se convierta en un chiringuito político más.
Pero lo que sí debería ser evidente es que no hay ninguna razón para que el nivel de exigencia sea menor en RTVE que en Telecinco. Pero lo es. En horarios, en control sobre las tareas, en vigilancia sobre la productividad o en sanciones a los que se escaquean. De hecho, si cobran más y tienen asegurado el puesto, deberíamos pedirles más. ¿Quiénes? Nosotros, que se supone que somos sus jefes. Inténtelo. Vale, usted no, que es un ciudadano cualquiera. Me van a decir que es un poco demagógico decir que el señor Paco tiene derecho a plantarse en la puerta del Pirulí y pedir a los que allí trabajan que se esfuercen un poco más. Bien, pues que lo intente el ministro de turno o el presidente del ente (que, estos sí, se supone que tienen la legitimidad)... y a ver qué pasa y qué les pasa. Y así en cada oficina de cada ministerio o consejería. Le deseo suerte al que se lo proponga.
¿Soluciones? No muchas. Bueno sí, la motosierra a lo Milei y cerrar todo lo cerrable. Pero una vez instituido el organismo, hay poco que se pueda hacer.
Me van a decir que enchufes y aprovechados hay en todos sitios. En la empresa privada y en la pública. Tipos que consiguen un puesto sin merecerlo o que se limitan a dormitar en el despacho mientras sus compañeros se lo curran. La diferencia está en las consecuencias. ¿Puede un jefe inútil colar a su hijo de director de Operaciones? Claro que puede. Pero lo pagará él en la cuenta de resultados. Y hay un límite de inutilidad a partir del que será insostenible. El problema del Ministerio ineficiente, la Consejería mal gestionada o la empresa pública en pérdidas continuas es que no soportan la misma rendición de cuentas. Pueden seguir haciendo las cosas mal eternamente. Porque paga usted. ¿Y por qué paga? Pues está claro.. porque la tele pública "es de todos".