
Explicar de modo sencillo lo que de suyo es complejo es un arte deseado por todos los docentes, siendo pocos los agraciados por él, aunque con el esfuerzo, no son tan pocos los que lo consiguen.
Siendo esto cierto, socialmente, los hay que revisten de simpleza lo que es arduo por naturaleza, derivando en banalidad lo que, por su importancia, no puede ser relegado por la ignorancia de sus entresijos, a pretexto de su complejidad.
Me resultaron sorprendentes las explicaciones públicas que el ministro Carlos Cuerpo –ministro de Economía, Consumo y Empresa– dio a conocer, tras haber presentado a la C.E., en el último momento del plazo fijado, el llamado Plan Fiscal y Estructural 2025-2028.
El Plan se concreta, fundamentalmente, en un aumento del gasto público para los años mencionados. Quizá el ministro piense que el tamaño del sector público español es escaso y por ello debe de aumentarse, para acercarlo a los países más desarrollados de la U.E. Como español, hubiera preferido que acercase nuestro nivel de renta y redujese el gasto; esto último, recomendado también por el FMI.
Quizá, anticipándose a las preguntas de muchos españoles, que consideran que el sector público español está sobredimensionado, hizo una apostilla, supuestamente tranquilizante, que hubiera podido enunciar como: "pero no se preocupen, porque el mayor gasto se financiará mediante mayor presión fiscal". ¡Ah, bueno!
Mi sorpresa ante las declaraciones del ministro Cuerpo –no me habría sorprendido en otros casos del actual Gobierno– es que estamos hablando de un ministro de Economía que, además de sus titulaciones acreditadas, cuenta en su currículum con haber ingresado por oposición en el Cuerpo de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado, lo que acredita su solvencia y rigor en el análisis económico.
De lo que dice en su comunicación, cabría deducir que el tamaño del Sector Público no tiene límite, pudiendo crecer hasta el infinito, siempre que se financie con impuestos, lo que el señor ministro sabe falso.
La verdad es que por cada euro que gasta el sector público en bienes o servicios destinados al consumo privado los ciudadanos obtendrán una utilidad, suponiendo que sean útiles; utilidad que, marginalmente, disminuirá cuanto más crezca su volumen. Por otro lado, por cada euro que los contribuyentes dediquen a pagar impuestos, dejarán de consumir bienes privados, privándose de su utilidad, de forma que cada nuevo bien al que tengan que renunciar, al ser más necesario, generará mayor des-utilidad –utilidad negativa–.
Es decir, hay dos componentes: uno, que puede ser positivo por la utilidad del bien público consumido, y otro que, necesariamente, será negativo, por la utilidad que hubiera proporcionado el consumo de bien privado, al que ha renunciado el sujeto, como consecuencia de pagar los impuestos. Hay un punto de tamaño óptimo del sector público: cuando la utilidad positiva, iguale a la utilidad negativa. [Véase A. C. Pigou: "A Study in Public Finance". London Macmillan & Co. 1928. Parte I, Cap. VII].
Suponemos, claro, que la misión de un buen gobierno es que se consiga el máximo bienestar –utilidad– de la comunidad.