Cuando los países más relevantes del mundo apuestan por la energía nuclear, cuando las empresas más importantes del mundo están firmando acuerdos con centrales nucleares, cuando las consultoras más importantes sacan estudios apoyando la energía nuclear, cuando los mayores bancos del mundo apoyan la energía nuclear y, aun así, el gobierno de España permanece impasible ante la realidad, lo más probable es que este empecinamiento nos acabe costando miles de millones a todos los ciudadanos.
De los 25 países con más PIB del mundo, 22 cuentan con un programa nuclear o están en vías de desarrollarlo. Entre esos tres restantes está Italia, que ha expresado su firme propósito de desarrollar de nuevo la energía nuclear en el país. Todos los países de Europa que tienen centrales nucleares están ampliando la vida de operación de éstas o están pensando en construir nuevas plantas. El único país que va a contracorriente es España. Y vamos a contracorriente porque estamos equivocados. Nosotros, no el resto del mundo.
Hace unos días, la compañía Llorente y Cuenca publicó un estudio titulado "Nucleares para consolidar una transición energética limpia". Este estudio ha sido coordinado por Jordi Sevilla, otrora ministro con José Luis Rodríguez Zapatero y posteriormente presidente de Red Eléctrica. Las conclusiones son evidentes: la nuclear es una fuente indispensable para alcanzar los objetivos climáticos y no mermar la competitividad nacional. Vamos, que sin nucleares no lo vamos a conseguir. Algo que ya poca gente pone en duda.
El estudio pone también de manifiesto lo que comentábamos más arriba, el total desalineamiento de España con las políticas energéticas europea y mundial. El exministro Sevilla lo dice abiertamente: "cerrar las centrales nucleares es cometer un error". Lo es. Y sobrados ejemplos tenemos en el mundo, siendo el de Alemania el paradigma de una política energética desnortada y errática.
La coartada esgrimida desde el gobierno es que la energía nuclear no es competitiva, algo de lo que se han encargado desde el propio ejecutivo. Lo cierto es que las centrales nucleares españolas pierden dinero, pero no por cuestiones de mercado, sino por una asfixia fiscal que el gobierno utiliza como coartada para trasladar la presión del lado de las compañías eléctricas. La energía nuclear no es rentable ahora mismo porque el gobierno se ha encargado, personalmente, de que no lo sea. No hay más.
Las centrales nucleares tienen unos costes de operación, mantenimiento, combustible, inversiones y amortizaciones de unos 40 €/MWh. A este precio, enormemente competitivo con el resto de las tecnologías existentes, hay que añadir 28 €/MWh por tasas e impuestos varios. Algunos de ellos duplicados, triplicados e incluso inconstitucionales. Esta carga impositiva ha crecido un 70% en los últimos cuatro años, justo desde que el gobierno actual ostenta el poder.
Por tanto, es radicalmente falso que la energía nuclear no sea competitiva. Lo es, por eso el resto de los países del mundo están apostando por ella. Aquí, es el propio gobierno el que la está llevando intencionadamente a pérdidas para que sean sus dueños los que decidan no seguir adelante, para no continuar perdiendo dinero.
Esto ocasionará muchos problemas a nuestro sector energético: aumentará las importaciones de combustibles fósiles, aumentará nuestra dependencia exterior, pondrá en riesgo el suministro energético, pagaremos más derechos de emisiones, emitiremos más gases de efecto invernadero y la electricidad será más cara. Pero todo esto, a los del Consejo de Ministros, parece darles exactamente igual. Están a otras cosas…