
El mejor programa económico que ha conocido la España del siglo XXI lo presentó Albert Rivera en el primer semestre de 2015. Unos meses antes, Ciudadanos decidió dar el salto a la política nacional y quiso plantear algo nuevo, así que se rodeó de profesores, técnicos y expertos sin demasiado perfil político. Por ejemplo, en el primer acto, en el Círculo de Bellas Artes, le flanqueaban Manuel Conthe y Luis Garicano, que se convertiría en su ministro de Economía en la sombra.
Sí, lo que planteaban tenía algo de ingenuidad tecnocrática. Sí, me daba miedo esa idea de "ahora nos vamos a ocupar de todo los que de verdad sabemos y vamos a arreglar lo que está mal", con cierto tonillo de despotismo ilustrado que siempre es muy peligroso. Y sí, tuvieron que dar marcha atrás en ocasiones, simplemente porque algunas buenas ideas no eran capaces de defenderlas de la demagogia habitual: pienso, por ejemplo, en cuando dijeron que España necesitaba menos AVE y más parques tecnológicos... y todos los líderes provinciales de la formación se les echaron encima para recordarles que con ese mensaje en las municipales y autonómicas no se comían un colín.
Pero hace ya una década y es inevitable preguntarse qué habría pasado. Que tampoco estoy pensando en un zarpazo a lo Milei. Pero intuyo que unas cuantas reformas razonables se habrían comenzado.
Pensaba esto el otro día leyendo uno de los mejores artículos del año. Lo firmaba el propio Garicano: "The Compliance Doom Loop. Why the rules keep growing" (podríamos traducirlo por algo así como "El círculo vicioso del cumplimiento legislativo. Por qué el número de normativas sigue creciendo"). Su tesis es que en Europa está creándose una nueva clase dominante, que no podemos encajar en el término legislador y ni siquiera en el de burócrata; les pegaría más el de controlador o vigilante: "Se dedican a marcar casillas y poner sellos de aprobación". Son los "compliance officers" (agentes del cumplimiento normativo) que se dedican a vigilar si has entregado el papelito correspondiente, si tienes todos los campos requeridos bien cumplimentados, si falta alguna certificación...
El exdiputado europeo lo explica con la siguiente anécdota:
España no tiene ninguna empresa de IA de vanguardia. Pero el país se apresuró a establecer la primera agencia de IA en Europa: la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (Aesia). La organización tendrá un presidente, un director, dos subdirectores, un secretario general y 10 departamentos. Incluye departamentos con nombres como "Departamento de Instrumentación de Mecanismos para la Identificación de Tendencias y Evaluación de Impacto" o "Departamento de Sensibilización, Formación, Difusión, Promoción y Concienciación". Las ciudades de León y La Coruña se pelearon por la decisión de dónde establecer Aesia, ¡el regulador de una industria que no existe!
Imagínate a ti mismo como un joven y brillante español recién graduado en STEM en 2024 y que tiene dos ofertas de trabajo: Opción 1: unirse a una startup; el horario será largo, el futuro incierto; además, temes que tu vida diaria se consuma llenando informes y tratando con el regulador. Opción 2: súmate a AESIA; el salario está bien, la trayectoria profesional está clara y el horarios es maravilloso.
El resto del artículo tampoco tiene desperdicio. Como cuando explica que la regulación europea no aparta o sustituye a la nacional, sino que se suma a la misma (y a la regional o municipal).
No es el presupuesto
Siempre que pensamos en estas nuevas oficinas, lo hacemos desde el lado del presupuesto. Pero es un error. No porque no podamos ahorrarnos ese dinero. Podríamos y sería bueno que lo hiciéramos. Sino porque no es lo más grave. Si el problema fuera sólo de malgasto, sería un tema menor. Lo grave es lo otro:
- La cantidad de oportunidades desperdiciadas. Escribíamos hace años, en la misma línea de Garicano, sobre lo que supone la aspiradora de talento que es Bruselas. El mayor daño que hacen esos jóvenes que se enrolan en estas nuevas agencias no es al contribuyente-empresario que tiene que lidiar con ellos; el mayor daño se lo hacen a la mejor versión de ellos mismos que nunca llegará a desarrollarse. Son brillantes y trabajadores, pero se encadenan para siempre a una ocupación que no sólo no aporta nada a la sociedad, sino que le resta.
- Y no le resta a pesar de que el tipo es brillante, sino precisamente porque lo es. De hecho, cuanto más brillante sea, peor podría ser el resultado neto para la sociedad a la que en teoría está sirviendo. Me gustaría ser optimista y pensar que en la Aesia trabajarán precisamente para controlar aquello que haya que controlar y, al mismo tiempo, quitar obstáculos del camino de los que están haciendo avances útiles. No quiero ser injusto con un organismo que apenas está en marcha. Pero me cuesta, porque no puedo evitar pensar que si los funcionarios de la AESIA fueran vagos o idiotas, sería menos peligrosa. Porque no harían nada o se contentarían con algún procedimiento inútil pero absurdo. En realidad, seguramente serán (al menos de inicio) escogidos entre los mejores. Y pensarán en "cómo hacer las cosas para optimizar los procesos". E incluso puede que en el primer año el sistema que desarrollen sea bueno. Hasta que la velocidad de cambio les supere y acabemos en el momento burofax: 20 años después de que nadie use una tecnología... sigue siendo el estándar que la Administración exige para determinados trámites.
- La burocracia es un organismo que crece y se retroalimenta desde dentro. La propia lógica de las organizaciones las empuja a la expansión. Es ley de vida. En el sector privado, esta tendencia está compensada por la fuerza de la gravedad del mercado, que te lanza al suelo de un bofetón en el momento en el que superas un determinado nivel de ineficiencia. En el sector público, lo refuerza. Pongan a dos equipos ministeriales en una sala, reunidos, para encontrar soluciones a un problema: ¿qué obtendrán? Sí, un comité.
Al final, todo se resume en que tenemos aquello para lo que pagamos. Los incentivos importan, también aquí. Si se pone de moda el aguacate y sube su precio; y al mismo tiempo a los jóvenes no les gustan las berenjenas; cultivaremos más aguacates y menos berenjenas. Si pagamos por reguladores y complicamos la vida a los emprendedores, nos pasará lo mismo. También esta semana me pasaban este vídeo, que es genial y resume muy bien lo que siente cualquier empresario que se juega su dinero en una apuesta en la que tiene las cartas marcadas: si pierde, pierde en solitario; si gana, tiene un acompañante en el reparto de los beneficios que se llama Hacienda.
Españita en 30 segundos.
Una obra maestra. pic.twitter.com/xb0ch4RLgb
— Israel Cabrera (@Absolutexe) November 19, 2024
Y un gráfico que resume lo casi todo. Lo sacamos de un informe del Banco de España del mes pasado. Sobre salarios en el sector público y en el sector privado.

En la UE, los empleados públicos ganan (de media) un 9% más que los del sector privado. En España, esa cifra asciende hasta el 24%. Era así antes de la crisis, siguió siendo así durante el período de ajustes presupuestario (2008-14) y sigue siendo así en el comienzo de la década de los 20. Viendo todo esto, ya me imagino al licenciado de Garicano preparando un prompt para preguntarle a ChatGPT qué debe hacer con su vida, si lanzarse a por todas o estudiar una oposición. Si está bien preparada, todos sabemos la respuesta que le daría la maquinita. Y cuidado, porque como sea una versión un pelín avanzada, lo mismo le suelta un: "Más que preguntarte qué hacer en España, si unirte a una startup o echar el CV en la Aesia... lo que deberías estar pensando es en qué otro lugar te merecería la pena vivir". ¿Y saben qué? También en eso la IA tendría razón.