
La obsesión de la nueva izquierda por el decrecimiento, o lo que es lo mismo, por empobrecernos, ha alcanzado cotas delirantes e inimaginables hace años, como el friganismo, una tendencia que consiste en recoger alimentos de los contenedores de basura de los supermercados. Y lo que a la mayoría le puede parecerle una acción desesperada, para los sectores de la izquierda más radical es una forma de luchar contra el capitalismo y el consumismo, a pesar de que los residuos alimentarios que piden aprovechar surgen precisamente del sistema que demonizan.
Este es el tema del libro Vertedero que acaba de publicar el periodista británico Oliver Franklin-Wallis, en el que critica el consumismo desmesurado, el derroche de alimentos, el negocio de los residuos, sus efectos en el "cambio climático" y la existencia de vertederos en países como la India y Ghana de los que culpa a occidente por lo que él denomina "colonialismo tóxico".
En una entrevista de Europa Press, el autor explica que, a su forma de ver, el reciclaje está roto: "Lo que pensábamos que era reciclado o incinerado simplemente se iba a otro lado del mundo, a China o al sudeste asiático, o terminaba en una cuneta en Turquía porque tenemos un sistema que esconde de forma intencionada la verdad, te quitan las cosas de la vista, pero este concepto está empezando a cambiar".
Sin embargo, en lugar de pedir cuentas a los líderes de los Gobiernos que llevan un pin de la Agenda 2030 en la solapa de la americana y cobran impuestos millonarios a los ciudadanos por la gestión de residuos que acaban en vertederos ilegales, la solución para Franklin-Wallis es otra: "Tenemos que reducir las emisiones, los desechos de la industria alimentaria. Hay 820 millones de personas que pasan hambre y sin embargo, el 33% de los alimentos producidos son desechados". Y esto es un crimen", afirma, tras asegurar que las fechas de caducidad son una mentira gigante, en sus palabras.
John, el frigano
En su libro, el autor también alude a los friganos, personas que solo consumen comida que otros tiran a la basura, como John, a quien conoció buscando en desechos de un supermercado: "Lo que realmente me sorprendió de John es que estaba muy feliz, un poquito loco pero muy feliz y saludable, todos podemos aprender de él".
El periodista explica que muchas personas le preguntan qué pueden hacer para contribuir a esa reducción de basura. Él les responde: "Consume menos". Si eres pobre, serás feliz.
"Tenemos esta mentalidad de que si no consumimos no podemos crecer, no podemos ser felices. Pero desde los años 90, el consumo se disparó y en Europa la productividad ha caído o estancado. Somos cada vez más pobres y miserables. Lo vemos en la crisis de la salud mental. No estamos más contentos ni más saludables por el consumo". Todo ello, aunque desde los 90, más de 1.300 millones de personas han conseguido salir del nivel más bajo de pobreza extrema.
Por otra parte, el autor está convencido de que los ciudadanos tendrían "un sentimiento de autovalor, de autoestima, de amor propio, de ser más felices" si pueden construir cosas de buena calidad y que puedan dejar a las futuras generaciones.
El periodista también está preocupado por las grandes corporaciones: "Ya no podemos permitir que las corporaciones se autorregulen porque no priorizan ni el medioambiente ni los consumidores, priorizan sus accionistas", advierte. Y también le preocupan los "líderes mundiales de extrema derecha como Trump" porque, afirma, no priorizan la lucha contra el "cambio climático" y se desdicen de sus compromisos.