
"Sin duda el camino de Sánchez es controlar el país", concluye en conversación con Libre Mercado y con tono de gravedad una de las fuentes cercanas a la operación que ha perpetrado Moncloa con la intención de asaltar Telefónica en las últimas horas. Y no hay vuelta atrás. El Gobierno ha precipitado una decisión que, por lo que dicen otras fuentes, "estaba más que prevista desde hace meses", pero Sánchez no quería dar puntada sin hilo. Si quería demostrar fuerza en Telefónica tenía que hacerlo en la víspera del viaje al Foro Davos, donde se reunirá esta semana con una buena representación de las empresas del Ibex.
Hace exactamente un año, teníamos conocimiento de que en la reunión del Gobierno con las empresas del Ibex en el mismo foro, Sánchez no gozó precisamente de un ambiente cordial. En aquella habitación, pequeña y sin ventanas, con los presidentes de las principales empresas del Ibex 35 sentados en círculo en sillas de pupitre, el presidente tuvo que escuchar más de un reproche, por ejemplo, de Rafael del Pino, presidente de Ferrovial, que había sido duramente atacado (con menciones ad hominem incluidas) por parte del Gobierno después de comunicar su decisión de trasladar la sede de la compañía a Países Bajos.
En la foto que quedó de aquella reunión también destacaba el gesto serio y adusto del consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, quien estaba muy molesto por el impuestazo que el Gobierno había puesto a las compañías energéticas y a los bancos.
Pues bien, por lo que ha podido saber Libre Mercado, el Gobierno ha querido aprovechar el relevo que ya había decidido en Telefónica para hacer una exhibición de poder antes de la cita en los Alpes suizos.
Sánchez, quien ha insistido en el última año en su intención de controlar el espectro financiero y mediático, quiere que el golpe de mano en Telefónica y su decisión de sacar por la fuerza a Pallete de la presidencia ejecutiva de una de las compañías más importantes del Ibex 35 sirva de ejemplo para el resto de empresas. No quería permitir que se repitiera la situación del año pasado en la que se llegó a Davos con la foto de un Rafael del Pino doblando la mano del Gobierno tras aguantarle un pulso en el que el Ejecutivo se dejó demasiados pelos en la gatera.
Después de Indra o Prisa, en Telefónica, al menos por ahora, el Gobierno cree haber ganado y ahora quiere exhibir el trofeo en Davos delante del resto de gerifaltes del empresariado patrio.
Y es que lo que más ha despistado a propios y extraños del movimiento de Moncloa, que precipitó la salida de Pallete en la madrugada del viernes al sábado, fue la celeridad de una decisión que ya estaba tomada para haber sido adoptada en sus tiempos.
Al presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete le vencía su actual mandato este mismo año y, según todas las fuentes consultadas, su relevo estaba pactado. El problema está en el momento elegido. ¿Por qué no se ha esperado a la junta ordinaria que se celebraba en marzo o abril y que, a todas luces sería el momento idóneo escogido para anunciar el relevo? Es aquí donde las fuentes consultadas sitúan la cumbre de Davos como el momento escogido por Sánchez para dar un puñetazo en la mesa.
Esta hipótesis, que apuntan insistentemente aquellos con quienes hemos podido hablar desde Libre Mercado, es quizá la más verosímil. Y lo es precisamente porque Pallete no era un hombre especialmente incómodo para Sánchez. Por este motivo, el golpe de mano pretende ser más terrorífico: ninguna compañía está a salvo de la voracidad de Moncloa. La clave no es estar con él o no estar. Es que cualquiera que demuestre poder está en el radar del sanchismo.