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"Landman", la serie de televisión que reivindica el petróleo, explica el libre mercado y critica a los ecologistas

El creador de Yellowstone sitúa a Billy Bob Thornton al frente de una producción anti-woke que triunfa en EEUU.

El creador de Yellowstone sitúa a Billy Bob Thornton al frente de una producción anti-woke que triunfa en EEUU.
HOLLYWOOD, LOS ÁNGELES, CALIFORNIA, EE.UU. - 12 DE NOVIEMBRE: Billy Bob Thornton llega al estreno en Los Ángeles de la primera temporada de la serie original de Paramount+ 'Landman', celebrado en el Paramount Theatre de los estudios Paramount Pictures el 12 de noviembre de 2024 en Hollywood, Los Ángeles, California, Estados Unidos. (Foto de Xavier Collin/Image Press Agency/Sipa USA) | Cordon Press

La nueva ficción de Taylor Sheridan, responsable de la magistral Yellowstone y sus celebradas precuelas 1883 y 1923, triunfa también con Landman (disponible en SkyShowtime), un relato sin idealizaciones de la industria petrolera de Texas. La ficción, que cuenta con actores como Billy Bob Thornton, Jon Hamm o Demi Moore en su reparto y se inspira en el podcast de doce episodios Boomtown, entrelaza lo que Carlos Rodríguez Braun definió como un sorprendente realismo económico con varias tramas bajo las que subyace una dura crítica al discurso superficial del ecologismo predominante en las filas de la izquierda.

"Nuestro negocio estriba en una crisis constante interrumpida por breves periodos de gran éxito", espeta con sarcasmo Monty Miller (Jon Hamm), el imperturbable CEO de la petrolera ficticia M-Tex, en una de las primeras escenas de Landman. Con esta frase cínica pero precisa, la serie de Taylor Sheridan nos sumerge de lleno en la cruda realidad económica del sector del petróleo y, más específicamente, en los continuos vaivenes que enfrentan los productores de crudo basados en el fracking, cuya rentabilidad depende en gran medida del precio internacional del oro negro.

En Landman no hay romanticismo ni tópicos. Lo que vemos es una empresa operando al límite, lidiando con las peculiaridades específicas de una industria dura que sufre continuos problemas de productividad en sus pozos, accidentes laborales de máxima gravedad y, en un giro más propio de Hollywood pero no exento de cierta realidad, enfrentamientos puntuales con las mafias del narcotráfico que operan en la frontera que separa a Estados Unidos de México.

Desde el primer episodio, el personaje de Billy Bob Thornton, Tommy Norris, conduce por las áridas carreteras de Texas narrando una verdad incómoda: "la industria del petróleo y el gas genera 3.000 millones de dólares al día de beneficio... Pero antes de ganar tanto dinero, hay que asegurar el terreno y manejar a la gente". De eso se encarga el protagonista de la obra, al que vemos operando bajo una incertidumbre permanente.

Sheridan, conocido por retratar el interior de Estados Unidos con honestidad e incluso admiración, muestra el peligro al que se someten los trabajadores de los campos del petróleo, muchos de ellos de origen mexicano. Los empleados de M-Tex no ganarían más que el sueldo mínimo en la gran mayoría de sectores de actividad, pero exponen su pellejo conscientes de que la remuneración que obtienen les sitúa entre los asalariados mejor pagados del país. He aquí una lección que rara vez se toma en consideración cuando se habla de "brechas salariales" sin ajustar los promedios para tomar en cuenta aspectos como la disponibilidad de mano de obra y los riesgos inherentes a ciertas ramas de la producción .

Cada capítulo ilustra las leyes básicas del capitalismo en su versión más cruda: riesgo elevado, competencia feroz y recompensa incierta. Como admite Tommy Norris en un momento de franqueza, "extraer petróleo del suelo es el trabajo más peligroso del mundo. No lo hacemos porque nos guste. Lo hacemos porque no tenemos mejores opciones a nuestro alcance". Su reflexión tiene una lectura micro, pero también una enseñanza macro: el petróleo tiene valor porque no hemos encontrado una alternativa superior. Alex Epstein argumenta esto mismo en los dos brillantes libros que ha dedicado a este tema: La cuestión moral de los combustibles fósiles (Colección Instituto Juan de Mariana - Value School, 2021) y Un futuro fósil (Deusto, 2023).

Esa resignación pragmática resume el realismo económico que impregna la serie. Los individuos que desfilan por la ficción toman decisiones duras porque las alternativas son limitadas y, a consecuencia de ello, la recompensa es alta. Si dar soporte energético a la producción económica del mundo moderno fuese tan simple como instalar paneles solares, hace rato que habríamos prescindido del resto de tecnologías. En cierto sentido, Landman podría encontrar una fórmula equivalente en una eventual ficción dedicada a la industria nuclear, que de hecho lidia con una paradoja aún mayor que los productores petroleros, en la medida en que su condición de energía "cero emisiones" no ha sido suficiente para superar el boicot del ecologismo "progre".

En la serie Landman, los diálogos entre Tommy Norris y la abogada Rebecca Falcone (interpretada por Kayla Wallace) ofrecen al espectador una mirada profunda a los debates recurrentes que se han venido celebrando en nuestras sociedades en relación con los combustibles fósiles y las energías renovables. Rebecca es una abogada joven y ambiciosa que está a sueldo de M-Tex pero muestra sus inquietudes sobre el impacto medioambiental de la extracción de petróleo y, especialmente, sobre los efectos del fracking. Tommy, con vasta experiencia en el sector, responde con argumentos que defienden la importancia del petróleo en la sociedad y la economía moderna, señalando asimismo las limitaciones actuales de las energías alternativas.

En uno de sus diálogos, el protagonista explica a la jurista que, mientras el mundo siga funcionando con petróleo y gas, es preciso continuar abasteciéndolo para evitar que se pare. El personaje interpretado por Billy Bob Thornton añade que, aunque existen alternativas, éstas implicarían una renuncia directa a muchas de las comodidades modernas que damos por sentadas. El decrecimiento surge, de hecho, como lectura pobrista pero lógica de esta forma de afrontar tales dilemas: aceptar que tendríamos que adoptar un estilo de vida propio de épocas más pobres es la única forma de ser la menos coherente en este campo, puesto que "nada es gratis" y hoy por hoy no podemos aspirar a que nuestra economía funcione como si nada prescindiendo de los combustibles fósiles. De hecho, Rebecca se ve obligada a entender que, incluso si llevase una vida propia del siglo XVIII, su "retirada" no tendría impacto alguno en la demanda global de energía. Este diálogo subraya la postura de la serie sobre la interdependencia entre las fuentes de energía tradicionales y las emergentes, destacando la complejidad de una transición energética que satisfaga las necesidades actuales de la sociedad.

Otra de las grandes virtudes de Landman es cómo subraya el papel indispensable de la energía fósil en la sociedad moderna a la vez que denuncia la hipocresía en torno a ella. En palabras del propio Monty Miller, "todo el mundo está convencido de que soy un tipo malvado, básicamente porque les suministro esa maldita cosa con la que ellos interactúan todos los días, y no hay manera de convencerlos de que hagan lo contrario…". Con ese mordaz comentario, el CEO de M-Tex expresa la frustración de toda una industria demonizada desde la comodidad que ella misma provee.

Aquí la serie lanza una crítica frontal al ecologismo superficial del bienquedismo progresista, con discursos que satanizan al petróleo mientras utilizan constantemente productos y energía derivadas directamente de la extracción de crudo. Landman no niega los desafíos medioambientales, pero hace un llamado a la honestidad: si vas a acusar de "malvada" a una empresa petrolera, primero reconoce que el mundo que te rodea (tu coche, tu smartphone, tu electricidad, tu trabajo…) depende, en gran medida, de esa misma materia prima que pretendes demonizar.

En otra memorable escena, Norris responde con sorna a la joven abogada que le inquiere sobre la "energía limpia" que "no hay nada verdaderamente limpio en extraer energía", tras lo cual le recuerda que incluso los flamantes molinos de viento de la industria renovable necesitan acero, plásticos y transporte impulsados por combustibles fósiles… La serie expone así la desconexión entre los postulados progresistas predominantes y la realidad productiva del mercado.

Una gran obra de ficción

Tommy Norris no es un héroe de cartón piedra: es un tipo cincuentón, adicto en rehabilitación y fumador empedernido, con un pasado lleno de errores. Su vida "es tan volátil en lo personal como en lo profesional", como apunta en su reseña de la serie el profesor Rodríguez Braun. Se trata de un trabajador hecho a sí mismo y forjado en mil batallas que llega cada noche sucio a casa después de solucionar los mil y un problemas que se dan en los campos del petróleo. Monty Miller afirma en una conversación que "toda empresa petrolera tiene su propia versión de Tommy en nómina… No puedes funcionar sin alguien así".

Monty Miller, su jefe, tampoco vive una existencia tranquila y plácida. Se ha hecho multimillonario gracias al timing con el que ha sabido aumentar o reducir su exposición a la producción de fracking, una cuestión clave en una forma de extracción que puede ser rentable o no dependiendo del precio internacional del crudo. Esta experiencia no lleva a Miller a la autocomplacencia, sino que lo mantiene en alerta, de ahí que comente que "un día puedes ser millonario y, al día siguiente, no tener nada…". Frente a la mirada estática de la riqueza que esbozan la mayoría de los políticos y medios de comunicación cuando nos hablan de quienes más tienen, esta representación resulta mucho más fiel a la realidad de una economía cambiante donde las posiciones de ventaja económica son siempre temporales y relativas.

La serie equilibra con acierto el mensaje ideológico con el drama personal. No oculta las sombras en la vida de sus protagonistas, de modo que vemos enfermedades, adicciones, familias fracturadas y dilemas éticos varios. Lejos de restarle fuerza al discurso de Landman, esta perspectiva hace que la ficción resulte más creíble. Taylor Sheridan no se queda en discursos simplistas y nos deja ver las luces y sombras de personajes que sudan, sangran, aciertan y fallan. Y es precisamente ese enfoque el que nos ayuda a ver en esta ficción un retrato fiel del libre mercado y una sorprendente y acertada reivindicación de los combustibles fósiles.

Es precisamente porque en la serie vemos realidades imperfectas que su explicación del sistema productivo en el que vivimos resulta más auténtica y convincente. El capitalismo no es ninguna utopía, sino un sistema en continuo proceso de ajuste. Que la serie sea capaz de plasmar todo ello a través de una industria cuestionada tan frecuentemente y en base a prejuicios tan arraigados como superficiales resulta muy oportuno y da cuenta de la brillantez de esta nueva creación de Sheridan.

No exenta de humor y de momentos más ligeros como los que protagonizan la ex mujer y la hija del protagonista, Landman ha tenido una buena acogida desde su lanzamiento y fue renovada poco después de la conclusión de la grabación de su primera temporada. Casi el 80% de las críticas recibidas por la ficción son positivas. Además, Billy Bob Thornton ha sido nominado al mejor actor de televisión en los Satellite Awards y los Globos de Oro, lo que da buena cuenta de la recepción que ha tenido la obra.

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