
No hay ninguna pregunta que un periodista de información económica tenga que responder más veces. Sólo el clásico "¿voy a cobrar pensión?" compite, aunque en un claro segundo lugar, con el "tú que sabes de estas cosas: ¿qué va a pasar en la bolsa en las próximas semanas?". O sus variaciones de "¿dónde invertirías tú ahora?", "tengo un dinerillo metido en tal empresa, ¿crees que está bien?" o "parece que va a subir el S&P 500, ¿no?".
Como diría el doctor Johnson, está claro que la esperanza casi siempre le gana a la experiencia. Porque hay que ser muy optimista para seguir confiando en que los periodistas acertemos en algún pronóstico, sea el que sea; pero si entramos en el terreno económico-financiero, ese optimismo linda con la inconsciencia.
Busquen ustedes hace apenas unas semanas (a comienzos de marzo, por ejemplo), algún análisis que anticipara lo ocurrido en los últimos días. No lo encontrarán. Y no me vale la clásica excusa: "Es que todo esto viene provocado por la política, quién podía imaginar que Trump se metería en este lío". Porque aquí la clave no son las múltiples causas que explican tal o cual movimiento en los mercados, sino nuestra (in)capacidad para anticiparlo. En ese punto, ni periodistas, ni analistas económicos, ni académicos ni operadores del mercado hemos demostrado especial pericia.
Esto no quiere decir que no podamos extraer alguna enseñanza útil de lo acontecido en los últimos días. De hecho, creo que son el ejemplo perfecto para explicar cuáles son los dos peores errores que puede cometer un inversor en bolsa. El primero es comprar porque algo ha subido de precio. El segundo es hacerlo porque algo ha bajado.
Pongamos algo de perspectiva (poca, para que no parezca que cogemos los datos que más nos interesan). Tomaremos como referencia el S&P 500, el índice más conocido y negociado del planeta:
- El día 3 de abril, el S&P 500 se dejaba un 4,8%, en su peor día desde el covid
- En el último mes, la caída es del 4,21%. Una cifra que, comparada con esa horrible jornada, ya debería indicarnos que las cosas no son tan terribles como parecen.
- Si nos vamos seis meses atrás, el acumulado es peor: -8,47%. El inicio del segundo mandato de Donald Trump no está sentando bien a la renta variable norteamericana
- Pero si la comparativa es con abril de 2024, vemos que el S&P 500 ha subido un 4,68% en doce meses: ni tan mal. Y menos para un índice que venía de una década gloriosa.
Volvamos a los errores y a lo que aprendimos en los últimos días. Comprar sólo porque algo ha subido o bajado es una pésima idea: porque todo puede seguir bajando o subiendo en las condiciones adecuadas. Condiciones que ni conocemos ni controlamos. Si nuestro único impulso fue la cotización del día anterior (o de la semana o del mes), cualquier mínimo cambio en lo que ocurra en el futuro próximo nos llevará a la duda, cuando no al pánico. Si compramos porque sube esperando que suba más... y no lo hace: ¿qué haremos? Si compramos porque baja esperando que cambie la tendencia y no lo hace (o comienza un sube-baja constante como ha ocurrido desde el inicio de este mes), ¿lo aguantaremos?
Puestos a hacer algo, siempre digo que mejor el segundo error (comprar cuando baja) porque al menos te sale más barato. Pero la clave no es tanto si comprar con mercados alcistas o bajistas (conozco muy buenos inversores que defienden con buenas razones que hay tener en cuenta las tendencias, eso llamado momentum) sino el argumento detrás de la compra: si lo único que puedo responder a "por qué has comprado bolsa" es "porque está subiendo" o "porque está bajando", lo normal es que me meta en un buen lío.
Predicciones
Aquí recupero las enseñanzas de mi pensador de cabecera, Nassim N. Taleb. Y no me refiero sólo a su poca confianza (por decirlo suavemente) en periodistas y economistas. Una de las ideas centrales de Taleb es que el ser humano es muy malo prediciendo el futuro: le damos mucha relevancia a sucesos llamativos a corto plazo pero que no tendrán apenas impacto en nuestras vidas una vez el polvo se asiente; y se nos escapan los cambios sustanciales, de los que modificarán de verdad nuestro entorno a medio y largo plazo.
Piensen en los grandes sucesos de los últimos veinte años (y nos quedamos sólo con lo económico, sin meternos en el terreno político, donde nuestra tasa de acierto sería todavía menor). De la crisis financiera subprime al covid, nada ha sucedido como nos dijeron y como pensábamos. No digo que esos dos sucesos no fueran relevantes, pero sí que sus consecuencias a medio plazo están a años luz de las previstas. Por ejemplo, ¿alguien podía pensar que tras el cataclismo de 2007-08 los mercados norteamericanos vivirían los quince años mágicos que hemos visto?
Este mes de guerra arancelaria ha entrado en la historia. Eso es seguro porque algunas de las jornadas ya están, si miramos la estadística, entre las que registran una mayor caída o bajada del siglo. Lo que no está nada claro es cómo acabará. ¿Pacto comercial multilateral y Globalización 2.0? ¿O cierre de mercados y tensión geopolítica máxima? Ni idea. Lo único seguro es que el sumatorio de subidas y bajadas de las últimas dos semanas desaparecerá como un pequeño diente de sierra en la gráfica de la tendencia a largo plazo del mercado. Tanto para bien (la línea sigue apuntando hacia arriba) como para mal (comienza una nueva Gran Depresión), estos días de abril que tanto ruido generaron apenas serán perceptibles.
Y entonces, ¿qué hacer? ¿Huir de un entorno tan volátil? En realidad, no. Sigo pensando que la inversión en bolsa es la mejor opción para el ahorrador medio. Entre otras cosas porque supone subirse al carro de lo mejor que hace cada día el ser humano: crear riqueza para sus semejantes. Esto implica olvidarse de la política (y los medios) y apostar porque las empresas sigan generando ideas, tecnologías, productos... que nos hagan la vida más sencilla. Inversión a largo plazo, muy diversificada, constante y paciente. Es decir: con mirada a diez años (como mínimo), sin hacer demasiadas apuestas concretas sobre qué subirá o bajará, con una cartera amplia, sin mirar demasiado los índices y sin esperar al momento perfecto. Es más sencillo que fácil. Lo que a todos nos atrae es adivinar qué harán los mercados en las próximas semanas. A mí es lo único que me preguntan. Con Trump o sin Trump, lo único obvio es que, si algo hemos demostrado los periodistas... es que no tenemos ni idea.