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Adiós, ladrillo, adiós

Hipotecas, dación en pago, responsabilidad y riesgo moral: la Subcomisión

Uno tiene la sensación de que estamos entrando en la parte final de la crisis. No me malentiendan, no soy tan iluso ni tan mentiroso como para decir que esté viendo luz al final del túnel. Simplemente compruebo que hemos ido quemando etapas y que, de alguna manera, hemos embocado el final del recorrido.

Durante último año el salto cualitativo ha sido enorme. Los tabúes que había sobre el sacrosanto sistema financiero se han derrumbado. La credibilidad interna de Miguel Ángel Fernández Ordóñez y la externa del Banco de España se han desplomado. El Presidente Zapatero es una sombra, un recuerdo (desagradable), un zombi: el enésimo que ha creado esta crisis. El país anda descabezado, lo cual no significa que el partido que nos gobierna no tenga, en sus últimos coletazos, la capacidad de provocar un daño enorme en sus decisiones (políticas) y en sus indecisiones (económicas). Fuera de nuestras fronteras, el futuro también se escribe con minúsculas y en el tamaño de fuente más pequeño. Todos sabemos que Grecia está quebrada –y que antes o después generará un tsunami que nos tocará-; que EEUU no ha conseguido arrancar a base de inyecciones de dinero –poniendo en evidencia el neokeynesianismo krugmaniano-; que las emergentes (India, Brasil, China) gozan del espejismo de un fortísimo crecimiento fundamentado en la deuda –tal y como pasó aquí la década pasada-; que, tras la globalización y la digitalización de la economía, en Europa ya nada volverá a ser como antes; que el peak oil está ahí mismo –si es que no ha llegado ya-; y que Gaia no dará de sí para dar cabida a los millones de “Americons” –tal como los define T. Friedman- que cada año se incorporan a la fiesta del consumo.

De vuelta a casa, la mayor crisis desde la Transición no ha sido capaz de despertar a la clase política. La semana pasada, sin ir más lejos, el partido gobernante cedió de manera definitiva, para la consecución de un logro efímero y cortoplacista, nuevas cuotas de poder a las regiones más nacionalistas (esto es, menos creyentes en “España” como proyecto común). El partido que pretende gobernar, por su lado, renunció a una parte de sus principios básicos para obtener el apoyo de una minoría que le permitirá gobernar la única región donde las derechas no habían obtenido mayorías absolutas.

Mientras, y a falta de un buen mundial o de unos juegos olímpicos, el deporte nacional este verano se traslada a las portadas digitales de los medios de comunicación que nos anuncian, día sí día también, los récords en las disciplinas de moda (prima de riesgo, euribor, CDS, bolsa, crecimiento de PIB, hipotecas concedidas, etc.) en las que nuestro país destaca… en el pelotón de los torpes.

La penúltima mentira piadosa es la de los Presupuestos de 2012, que parten de que el país va a crecer un 2,3%. ¿Queda algún analista independiente que se crea estas cifras?

Es en este contexto -de demolición del Estado y de cortoplacismo- en el que debemos situar las expectativas sobre la Subcomisión del Congreso para evaluar la situación del mercado hipotecario. Los trabajos de la Subcomisión comienzan a partir de este miércoles, y es la voluntad de su presidente (don Pere Macías, de CiU) que hayan finalizado para antes de final de año. Seis meses puede ser mucho o poco tiempo, depende para qué. Para las docenas de miles de ejecutados mensualmente o para los miles desahuciados será siempre demasiado. Para un país que lleva cuatro años en crisis puede que no lo sea tanto, o sí, si tenemos en cuenta el grave riesgo de helenización que padecemos y la incertidumbre de la fecha del fin de la legislatura más aciaga que se recuerda.

El asunto de fondo es de una extrema gravedad, pues lo que hay en juego es la supervivencia del Sistema Financiero, por un lado; y del verdadero alcance del Estado del Bienestar, por otro. Y sobrevolando todo el proceso, el concepto de responsabilidad, la cara B del de libertad.

Empecemos por los extremos:

A) No hacer nada. O hacer como que se hace algo pero sin hacer nada. Esta es la opción favorita de los políticos. En seis meses, en los tiempos que corren, pueden pasar muchas cosas, y por eso la tentación de dejar pasar el tiempo hasta el final, por ver si se produce algún cambio de tendencia que haga inútil el propósito de la Subcomisión, es una opción. Para ello sería necesaria la recuperación del empleo: si las familias tienen ingresos y pueden seguir pagando sus cuotas, el problema se habrá terminado. ¿Podemos confiar en ello? No.

B) Admitir la dación en pago en toda su extensión y con efecto retroactivo. La mora hipotecaria, hoy contenida, se dispararía, poniendo en entredicho la solvencia de la mayor parte de las entidades financieras. Los mercados internacionales quedarían cerrados para nuestros bancos, o a tales costes que les resultaría inviable refinanciarse. Una hipotética intervención del Estado como avalista elevaría a tasas insoportables la prima de riesgo y, aun en el caso de que así no fuera, se estaría alimentando el arriesgado argumentario de la irlandización del país (transformación de deuda privada en deuda pública). En definitiva, que la solución de un problema puede crear otro muchísimo mayor.

Y ni siquiera así el problema estaría resuelto. Me refiero a los desahucios. Porque una cosa es que se permita a las familias cancelar sus deudas entregando su vivienda y otra muy distinta el drama de quedar despojadas de un techo. Hace unas semanas coincidí en un programa de radio con la representante de uno de los colectivos que forman la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca). Justo al día siguiente de la primera intervención solidaria de los ‘indignados’ con la Plataforma para evitar un desahucio. Lo que percibí es que están claramente envalentonados. El desafío al Estado -la paralización de todos los desahucios posibles- es su nueva hoja de ruta ahora que ese “quinto poder”-el de la calle- se ha convertido en su aliado. El 15m ha maniobrado con inteligencia, poniéndose del lado del débil en una situación en la que el Goliat es siempre uno de esos “malvados” bancos que a nadie nos acaban de caer bien, por mucho que esponsoricen a nuestros ídolos deportivos.

Y el miércoles más.

PD: Hoy es el cumpleaños de mi mujer, Sonia. Muuuuchas felicidades.

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