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Diego Sánchez de la Cruz

Enternecedora ingenuidad y eurobonos

Mucho se ha escrito en los últimos meses sobre el mecanismo financiero conocido como los eurobonos. Gobernantes europeos de izquierda y derecha confían en que su aprobación abarataría la financiación de la deuda pública; de hecho, hay quienes han llegado a vincular su desarrollo con la supervivencia del euro.

Si aprobar este mecanismo financiero es tan benigno, ¿por qué gobernantes como Angela Merkel se muestran reacios a dar luz verde a la iniciativa? Principalmente, porque un instrumento así introduce mecanismos perversos en las políticas económicas del viejo continente. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento que gobierna el euro ya delimitó en su día una serie de límites de endeudamiento que, de haberse cumplido, nos ahorrarían la situación actual.

Sin embargo, esos gobernantes que ahora quieren “salvar la moneda común” con los eurobonos no dudaron en ignorar dichas limitaciones. Así, los límites de endeudamiento fueron ampliamente sobrepasados desde el comienzo de la Gran Recesión, principalmente debido a la aprobación de “paquetes de estímulo” que poco o nada consiguieron en términos de crecimiento y/o creación de empleo.

Lo que sí lograron estas iniciativas fue disparar el déficit público hasta niveles insostenibles. Con los eurobonos, esos países que se han tomado la estabilidad presupuestaria a broma se verían, en principio, recompensados. Al mismo tiempo, los contribuyentes de otros países quedarían obligados a financiar los dispendios de sus vecinos, exponiéndose a un riesgo innecesario.

Quienes argumentan a favor de los eurobonos obvian esta realidad y se limitan a adornar el asunto con apelaciones a la “solidaridad europea”, curioso término que parece olvidar que la “solidaridad” no se impone y que “Europa” no es el Eurogrupo. Así, con el triunfo de estos argumentos, los países que han sido menos irresponsables desde el inicio de la crisis acabarían subsidiando los excesos que otros gobernantes aún no han corregido.

Pero la causa contra los eurobonos va más allá del riesgo moral que entraña este mecanismo. Hasta ahora, hemos asumido que conseguir su aprobación permitiría una financiación asequible para los gobiernos más endeudados. ¿Tan seguros están los gobernantes europeos de que los inversores no sabrán reaccionar ante esta tramposa estrategia?

Asumir que se puede distorsionar el sistema de precios del mercado europeo de deuda pública sin que nadie perciba el engaño es de una ingenuidad enternecedora. A estas alturas de la película, los inversores de todo el mundo saben perfectamente el riesgo que hay en los gobiernos que ahora quieren esconderse detrás de los eurobonos…

Esta semana, Libre Mercado demostró en cinco gráficas que el mito de la “austeridad europea” no tiene ni pies ni cabeza. Los gobernantes del viejo continente harían bien en asumir la realidad y empezar a tomarse en serio la tarea de las reformas estructurales y la liberalización de unas economías sobrerreguladas, encorsetadas y cada vez menos dinámicas.

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