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Diego Sánchez de la Cruz

Ajustes a la italiana

Al igual que ocurrió con Greciacon España, la actual crisis que afronta Italia no se puede explicar sin entender antes la precaria situación de la libertad económica en el país que ahora gobierna Mario Monti. Como ya saben muchos de nuestros lectores, la deuda pública del país italiano supone más del 120% del PIB desde hace décadas. Ante un panorama así, no es de extrañar que la última edición del Índice de Libertad Económica haya situado a Italia en el puesto 87, a la altura de Grecia o Burkina Faso.

Sin embargo, la deuda pública no es el único problema al que se enfrenta Italia. Según el Informe sobre Liberalización Económica elaborado por el Instituto Bruno Leoni, el país transalpino aún tiene mucho camino por recorrer a la hora de crear una economía menos intervenida por el Estado. El mercado del agua, por ejemplo, apenas tiene un grado de liberalización del 19%. Tampoco está mejor el sector del transporte urbano, donde la calificación obtenida apenas es del 44%.

Otra forma de adelgazar el Estado sería liberar los miles de millones de euros que maneja el Tesoro Italiano en acciones de compañías privadas como ENEL. Tampoco estaría de más aplicarle una dosis de libertad a las empresas públicas de transporte ferroviario, especialmente ahora que un grupo de empresarios comandado por Luca Cordero di Montezemolo y Diego Della Valle está preparando el lanzamiento de NTV, el primer operador ferroviario italiano de titularidad privada.

La cosa no acaba aquí: en el sector de los seguros, por ejemplo, el Estado mantiene dos gigantescas corporaciones llamadas INAIL y SACE. Otra vía de racionalización del gasto público vendría con la venta de bienes inmuebles varios: el Ejecutivo de Berlusconi preparó una modesta venta del 5% de estas posesiones, por lo que habrá que profundizar en esta línea de actuación.

¿Más ejemplos del clima económico reinante en Italia? Un gobierno que anuncia nuevas subidas de impuestos, un mercado del arte marcado por la mala gestión pública del patrimonio cultural y la falta de facilidades al mecenazgo privado, unas administraciones públicas marcadas por los escándalos y la corrupción, una proliferación de colegios y licencias profesionales que limitan la competencia, un mercado laboral poco flexible, un entorno administrativo tercermundista para la creación de empresas, etc.

En definitiva, la falta de libertad económica y el exceso de intervención estatal tienen mucho que ver con la crisis actual que atraviesa Italia, tal y como ha explicado Manuel Llamas. El gobierno de Mario Monti parece dispuesto a aprobar algunos ajustes, pero al final del día, todo apunta a que la aplicación de verdaderas reformas liberales seguirá brillando por su ausencia.

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