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Diego Sánchez de la Cruz

Las reglas están para incumplirlas, naturalmente

Esta semana se presentó en Madrid el libro “Una crisis sorprendente”, publicado por Unión Editorial y firmado por José Antonio de Aguirre y Juan Castañeda. El acto, presidido por Pedro Schwartz, puso sobre la mesa importantes reflexiones sobre los excesos monetarios que nos han conducido a esta crisis.

En su intervención, Pedro Schwartz reivindicó que el euro no debió haber sido una moneda única sino una divisa común. Por su parte, Juan Castañeda pidió más humildad a los bancos centrales a la hora de desarrollar políticas monetarias de grandiosos objetivos. Finalmente, José Antonio de Aguirre desgranó los diferentes temas analizados a lo largo del libro.

Durante todo el acto, los tres ponentes recordaron que las consecuencias más nocivas de la naturaleza fiduciaria del euro solamente puede ser atemperadas aplicando reglas claras. ¿Ha ocurrido esto o la improvisación y la discrecionalidad han sido la norma? Veamos:

- Los criterios de convergencia de Maastricht que regulaban la entrada en la Eurozona hablaban de limitar el déficit y la deuda pública al 3% y al 60% del PIB. No obstante, se dio luz verde a países que aún no alcanzaban dichos niveles.

- El Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que debía velar por el cumplimiento sostenido de los criterios de convergencia de Maastricht,  fue relajado después de que países como Alemania o Francia infringiesen sus condiciones.

-  Aunque el Banco Central Europeo habló en diferentes ocasiones de limitar el crecimiento de la masa monetaria a niveles del 4,5%, se llegó a superar la ratio anual del 12% en años previos a la crisis. El propio BCE dice ahora que su criterio original “está obsoleto”.

- Pese a que los tratados comunitarios estipulaban la prohibición de “rescatar” a los países de la Eurozona que entrasen en dificultades económicas, la crisis griega desencadenó la creación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, sustituido después por un mecanismo permanente que puede pedir prestados hasta 700.000 millones de euros.

A estos cuatro puntos debemos añadir otras consideraciones. Por un lado, el Banco Central Europeo no ha dudado en financiar el “rescate por la puerta trasera” de la deuda pública española o italiano. Por otro lado, los países de la Eurozona no han reformado significativamente sus grandes estructuras presupuestarias, por lo que las exigencias de gasto público del “Estado del Bienestar” volverán a generar nuevos problemas en futuras convulsiones económicas.

Ante un panorama tan incierto, un libro como el de Aguirre y Castañeda arroja luz sobre los errores del pasado que debemos evitar en el futuro. Como bien explicó Pedro Schwartz, el euro sobrevivirá a base de cambiar de naturaleza. El problema es que la indisciplina mostrada por los países europeos que adoptaron la moneda única apunta a una naturaleza aún más discrecional de la observada en los últimos años.

La máxima reinante en la psicología de la Eurozona parece ser que las reglas están para incumplirlas. Como muestra, un botón: hoy mismo, el Presidente galo François Hollande ha reivindicado la necesidad de devaluar el euro para salir de la crisis… y lo ha hecho argumentando que Europa necesita ¡una moneda estable!

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