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Diego Sánchez de la Cruz

Pensiones: hora de coger el toro por los cuernos

Desde el comienzo de la crisis, la Seguridad Social ha visto aumentar sus desembolsos anuales en un 35%. La factura de las pensiones en 2013 superará a la de 2007 en 27.000 millones de euros. Solamente en el mes de enero del presente año se registran pagos que sobrepasan en 2.000 millones de euros los datos de comienzos de 2007.

Según el Ministerio de Empleo, España tiene hoy nueve millones de ciudadanos con derecho a pensiones contributivas: 5,2 millones de jubilados, 3,2 millones de personas viudas, un millón de pensionistas por incapacidad permanente, casi 300.000 huérfanos y cerca de 38.000 ciudadanos con pagas a favor de familiares.

Las proyecciones demográficas confirman que estos datos irán a peor conforme pasen los años. Solamente entre 2007 y 2013, el número de jubilados aumentó en medio millón de personas, un crecimiento superior al 10%. Durante ese mismo periodo, la pensión percibida por dicho colectivo ha subido un 26,5%.

Debido a la elevada tasa de paro que afronta España, la afiliación a la Seguridad Social ha caído significativamente: hoy tenemos 16,3 millones de cotizantes sosteniendo las pensiones de 8,1 millones de jubilados, una ratio de 1,9 que no se había visto desde mediados de los años 90.

Por aquel entonces, España se tomó en serio la necesidad de replantearse su sistema de pensiones. Es evidente que el actual modelo de reparto no se sostendrá con el paso del tiempo si no se reducen beneficios y se retrasa la edad de jubilación, pero es evidente que estas recetas solamente son parches destinados a enmendar las carencias de un sistema manifiestamente mejorable.

Existe una alternativa que merece la pena explorar: el sistema de capitalización de las pensiones que Chile implementó hace décadas y hoy está siendo adoptado total o parcialmente por decenas de países. Su artífice José Piñera ya anunció en 2004 que el actual sistema de pensiones podría convertirse en una “bomba de relojería capaz de hundir el euro”.

¿En qué consiste el sistema chileno? En esencia, cada trabajador aporta el 10% de su salario a un fondo de ahorro que gestionará la entidad que él elija, siguiendo criterios de inversión que bien pueden ser de bajo riesgo o bien pueden tener un perfil más arriesgado, de acuerdo con la preferencia de cada cotizante.

De esta forma, el vínculo entre trabajo y recompensa ya no se modifica con criterios políticos y, además, el ahorro para la jubilación se beneficia del interés compuesto. En 2012, la variación del valor de los fondos de pensiones creció, de media, un 10,2%. Analizando el periodo 2002-2012, las ganancias oscilaron entre el 3,87% de los fondos de corte conservador y el 6,74% de los fondos más expeditivos.

El cotizante chileno puede cambiarse de gestora en cualquier momento. También es libre de modificar el perfil de riesgo de su fondo de pensiones. El Estado complementa las pensiones con una serie de subsidios y ayudas a quienes no hayan cotizado lo suficiente como para obtener una jubilación por encima de determinados niveles mínimos.

Aunque el sistema de capitalización es voluntario, el porcentaje de trabajadores chilenos que accedió a este mecanismo para mejorar su jubilación ya era superior al 90% en los primeros años de funcionamiento. Los resultados del experimento son un claros: la rentabilidad real media del principal fondo supera el 9% anual.

Para España, los cálculos de Albert Esplugas son reveladores: capitalizar las pensiones permitiría cobrar una jubilación media de 3.500 euros mensuales tras 30 años de trabajo. La cifra ascendería a 7.500 euros después de cuatro décadas de ocupación. Si bien dicho cálculo se basa en una cartera de valores de perfil medio, la rentabilidad podría ser mayor o menor dependiendo del fondo escogido. Por ejemplo, el principal vehículo de pensiones de Bestinver acumula una rentabilidad superior al 82% desde su creación en 2004.

Pese a los retos que plantea semejante revolución, los beneficios de un sistema así son notables:

- Los pensionistas dejarían atrás un sistema que apenas genera pensiones equivalentes al 40% o 50% del salario medio. Su mayor poder adquisitivo fortalecería al resto de la economía, en términos de ahorro, consumo e inversión.

- El debate político dejaría de lado la cuestión de la jubilación, acabando así con la posibilidad de emplear las pensiones como arma arrojadiza y reduciendo enormemente la discrecionalidad del sistema.

- Empresas y trabajadores se beneficiarían de cotizaciones sociales más bajas, ya que el sistema de capitalización funciona con aportaciones comprendidas entre el 10% y el 20% del salario.

- Por último, cabría empezar a hablar de España como una sociedad de propietarios en la que cada trabajador se interesaría más por aspectos como el ahorro, la inversión, etc.

Numerosos países han incorporado ya elementos del modelo chileno. Los trabajadores y pensionistas de Colombia, Polonia, Croacia, Hong Kong, Suecia, Australia o Perú se benefician hoy de elementos que o bien replican la propuesta original de José Piñera o bien incorporan aspectos paralelos a la misma. Es hora de que España coja el toro por los cuernos y se sume al club.

Para saber más sobre esta cuestión, es recomendable visitar la web de José Piñera o seguir al artífice del modelo chileno de pensiones en su Twitter. También puede resultar de interés su propuesta de reforma para España, publicada por el Círculo de Empresarios en 1996, o sus recientes declaraciones sobre la crisis de nuestro país, publicadas por El Mundo.

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