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Diego Sánchez de la Cruz

Thatcher ante la enésima cumbre para salvar el euro

Que la fiebre federalista imperante en Bruselas no nos contagie: hay muchas formas de entender la Unión Europea y no todas pasan por aumentar los poderes de las instituciones comunitarias. De hecho, no faltan en el viejo continente quienes apuestan por un enfoque diferente, en línea con una rica tradición intergubernamental que reivindica otra forma de entender el proyecto europeo.

A menudo, la postura de quienes rechazan la idea de unos Estados Unidos de Europa se presenta como reaccionaria. Sin embargo, la reacción ante los intentos por construir una gran burocracia regulatoria a nivel continental no solamente se me antoja comprensible, sino que me resulta del todo deseable.

Se dice también que quienes prefieren otra vía de integración actúan contra “Europa”, como si Europa se redujese a las instituciones de Bruselas, como si apoyar a Barroso y a Van Rompuy fuese el corte obligatorio para ser un buen europeo.

La inercia burocrática ha conseguido atribuir cada vez más poderes regulatorios al aparato de la Unión, pero los resultados demuestran que, con el paso del tiempo, el viejo continente va perdiendo dinamismo económico e influencia política. Por momentos parece que la solución a todo problema pasa irremediablemente por la entrega de mayores poderes a las instituciones comunitarias.

En momentos así, nunca está de más recordar las sabias palabras de Margaret Thatcher en su celebrado discurso en la ciudad belga de Brujas, allá por 1988. La “Dama de Hierro” tenía claro que “trabajar más estrechamente no requiere un mayor poder centralizado en Bruselas o que las decisiones sean tomadas por una burocracia que ha sido nombrada”. Thatcher creía que era irónico que, justo cuando se demostraba el fracaso del centralismo y la planificación de la federación soviética, muchos líderes europeos negaban la necesidad de mantener el poder disperso entre los países miembros.

Thatcher tenía claro que la Unión podía ser un caballo de Troya en la batalla por reducir el peso del Estado en nuestras vidas y nuestros bolsillos.“No hemos hecho retroceder las fronteras del Estado en Gran Bretaña sólo para ver cómo se vuelven a imponer, a escala europea, con un Super-Estado ejerciendo un nuevo dominio desde Bruselas”, decía la dirigente británica en 1988.

La líder tory también estaba a la vanguardia de la lucha contra la sobrerregulación. Thatcher llamaba a frenar la voracidad regulatoria de la Unión y a eliminar las barreras al comercio exterior, dos frentes que siguen abiertos y en los que el progreso ha sido muy lento.

Estos días se nos cuenta que la próxima reunión de los líderes comunitarios será la “cumbre decisiva para el futuro del euro”. Lo mismo se nos dijo de todos los encuentros anteriores. Es necesario, por lo tanto, plantear un debate diferente, abierto a toda iniciativa de colaboración que favorezca la libertad de los europeos, pero firme a la hora de rechazar aquellas medidas y decisiones que perjudiquen esa noble causa.

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