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José Antonio Martínez-Abarca

Quién dijo pagar

Son éstos tiempos delicadísimos en los que, para no asustar a nadie, tenemos el deber patriótico de decir, como Rajoy, que España es "solvente". Al menos tanto como para seguir sin hacer amago de echar mano a la cartera, que eso es de pobres.

Entre profesionales del chalaneo hispánico y demás negocios milagrosos, hay un dicho de entrañable prosapia: "El que paga es porque tiene miedo". Cobarde quien se eche la mano al bolsillo para cumplir con sus deudas. A este respecto, nuestro país está gobernado por auténticos héroes de las finanzas, gente indiscutiblemente arrojada ante los compromisos internacionales. No se puede decir que a Zapatero, ni aún hoy, lo haya abandonado su gran presencia de ánimo, y no hay asomo en él de temor reverencial cuando ahora echa la bronca nada menos que a nuestros acostumbrados filántropos alemanes para que cumplan "con su responsabilidad". Con Grecia, se refiere, pero también, claro, con España. Que es la misma clase de responsabilidad que tenía aquel amigo del torero Juan Belmonte, cuando éste no tenía ni para comer, de prestarle un traje de señorito para que lo luciera muy jaque y fumando un puro en las fiestas de su barrio sevillano, sorprendiéndose nuestro clásico, español al fin (según le contó al periodista Chaves Nogales para su biografía), de que, viendo que no le devolvía el terno, el amigo acabara por quitárselo a tirones a Belmonte en medio de la calle y delante de las mozas, dejándolo sólo con el puro. Qué falta de consideración con el artista. Qué insolidario. Igual que se sorprendería Zapatero, sin entender nada (asimismo español al fin aunque no crea en España), si Alemania, harta de nuestra demostrada valentía para no pagar, decidiera retirarnos lo que es suyo a la vista de todos. No nos quedaría puesto ni el puro.

Es normal que los acreedores sospechen que no tenemos mucho entusiasmo por regresarles lo prestado y se estén echando a la calle a buscarnos, como el amigo del por entonces mísero "Pasmo de Triana" se cansó de que lucieran su traje bueno sin el propietario dentro. Oyendo hablar al candidato Rubalcaba sobre lo que quiere perpetrar con el dinero ajeno si es que gobierna tras las Generales (incluyendo el dinero que pretende expropiar a la banca privada), la llamada "prima de riesgo" española resulta que es exactamente la misma que si en lugar del Estado nuestros bonos de deuda pública los emitiese, dibujándolos a mano, el moroso profesional del ático del tebeo 13, rue del Percebe. Miento: al menos el del tebeo se limitaba a vivir de lo ajeno riéndose tumbado en su hamaca, pero tenía al menos la dignidad de no darles la brasa antisistema a los "especuladores".

No obstante, son éstos tiempos delicadísimos en los que, para no asustar a nadie, tenemos el deber patriótico de decir, como Rajoy, que España es "solvente". Al menos tanto como para seguir sin hacer amago de echar mano a la cartera, que eso es de pobres. O de temerosos, decíamos. No sé si es peor que los acreedores sigan dando perras a España con la esperanza, bien fundamentada, de que Dios se lo pague en esta vida y se lo aumente en la otra, o bien que nos cierren el grifo ante la declarada intención de los gobernantes presentes y alguno de los posibles futuros de "llevarse hasta el manso", como dicen los taurinos. Tanto si los "especuladores" nos siguen fiando como si no, aquí es evidente que no hay miedo, ¿quién dijo?, y quien comete la debilidad de responder a las deudas es porque algo tendrá que ocultar. Señores, valor.

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