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José Berdugo

Al pan, pan

Puede parecer excesivo decir que el sistema financiero español es el más sólido del mundo pero por lo menos está entre los más sólidos. El Banco de España ha sido más prudente y exigente que otras instituciones similares en otros países.

Los debates de estos días han dejado claro una sola cosa: que nuestros políticos nunca tuvieron la oportunidad de sentarse dos tardes con un buen asesor a aprender de economía y finanzas. El discurso se ha centrado en decir que la culpa es de los bancos y de los banqueros. Son mala gente, muy mala. En el debate del lunes, Alfredo Pérez Rubalcaba afirmó sin perder la calma que la culpa de que la economía esté como está es de que los bancos tienen mucho ladrillo. Como muchas veces ocurre no es del todo falso, pero deja muchas lagunas. En primer lugar, los bancos de todo el mundo –no es un fenómeno exclusivamente nacional– crecieron entre el año 2000 y el 2006 a un ritmo claramente excesivo a base de incrementar exponencialmente sus carteras de crédito. Detrás de este crecimiento está, por un lado, la relajación en los criterios de riesgos de una gran mayoría de entidades financieras que les condujo a una política de activo muy arriesgada. Por otra parte, una política monetaria excesivamente expansiva que inundó de liquidez el mercado y puso una gran presión sobre los márgenes bancarios que empujó a las entidades a compensar con mayores volúmenes lo que perdían por los menores márgenes.
 

Una de las áreas en la que los bancos crecieron desproporcionadamente fue el sector público. Durante las últimas décadas hemos vivido la creación de mega estados que hacen cierto aquello de "de la cuna a la tumba". Se hicieron autopistas, trenes y aeropuertos, se desarrollaron energías alternativas a un alto coste y se abandonó la nuclear también a un alto coste, se subvencionaron la agricultura, el arte, las religiones, los partidos, los sindicatos. Todo ello sin contar con las partidas puramente electoralistas. Unos gastos suma y sigue basados en un fuerte crecimiento económico y unos bancos dispuestos a dar dinero. Hemos creado estados mastodónticos desde todos los partidos políticos sin excepción. Como el dinero público no es de nadie nos lo hemos gastado a manos llenas y nos hemos endeudado para gastar más. Ahora lo fácil es ciscarse en el que te prestó la pasta y decir que es un capitalista arrogante y avaricioso. Un maldito intolerante insolidario. Así que leña al insolidario y le subimos los impuestos para que (de un modo u otro) siga pagando nuestros desmanes y sueños megalómanos.
 

Pero frente a lo que cabe pensar, no fue Rubalcaba el único en meterse en camisas de once varas. El amigo Rajoy lleva días afirmando, y así lo hizo durante el debate, que él nunca diría que el sistema financiero español es muy sólido. Se equivoca. Puede parecer excesivo decir que el sistema financiero español es el más sólido del mundo pero por lo menos está entre los más sólidos. De eso no cabe duda. El Banco de España ha sido más prudente y exigente que otras instituciones similares en otros países y eso ha llevado a que, salvo pequeñas excepciones, las entidades financieras españolas tengan en general menos problemas que las francesas, italianas, británicas o, incluso, alemanas. Si es cierto que tiene problemas pero el mayor problema lo concentra una parte del sistema, las cajas, que no es precisamente un grupo de ávidos y desalmados banqueros. Son políticos dispuestos a financiar a otros políticos. Creo que Rubalcaba y Rajoy deberían mirar la viga en su propio ojo. Hasta ahora, ambos han sido parte del problema, esperemos que el que salga sea parte de la solución y no eche balones fuera.

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