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"Los recortes de gasto público de Cameron son insuficientes"

Según Philip Booth, director del think-tank Institute of Economic Affairs (IEA) "en Reino Unido necesitamos repensar el rol del Estado en la economía".

Las noticias de actualidad económica durante estos meses parecen haber estado monopolizadas por la crisis de deuda de la Eurozona. Pero el continente europeo no se restringe al Euro. La economía del Reino Unido tampoco está funcionando bien y, sin embargo, no se le presta mucha atención, o al menos no tanta como a los países periféricos europeos. Así, la rentabilidad de los bonos británicos es sensiblemente inferior a la de Italia o España, y los mercados apenas han penalizado a los primeros.

Con el objetivo de comprender mejor qué está ocurriendo y cuáles son las perspectivas del país británico, Libre Mercado entrevista a Philip Booth, director editorial y de programas del prestigioso think-tank británico Institute of Economic Affairs. Es profesor de Gestión de Riesgos y Seguros en la Cass Business School, trabajó para el Banco de Inglaterra como asesor en cuestiones de estabilidad financiera (1998-2002) y ha escrito y editado numerosas obras.

Pregunta (P): El economista jefe de UniCredit se mostraba optimista con Italia en el Financial Times, comparando su situación macroeconómica con la de Reino Unido. ¿Por qué, sin embargo, la economía británica se ha mantenido al margen de las tensiones en los mercados de deuda? ¿Se debe a que Reino Unido tiene la opción de devaluar su moneda?

Respuesta (R): Creo que hay muchas razones. Por un lado, han sido varias las ocasiones, en las dos o tres últimas décadas, en las que Reino Unido ha tenido alto nivel de endeudamiento y ha conseguido reducirlo y mantenerlo bajo control. Como tal, pienso que el plan británico de austeridad tiene cierta credibilidad. También es aceptado que todos los partidos políticos perseguirían algún tipo de política de consolidación fiscal.

En cambio, Italia no tiene un historial real de ajustes fiscales exitosos, salvo cuando se estaba preparando para entrar en el euro, y hay claramente una posibilidad de que la deuda italiana pudiera aumentar rápidamente si hubiera una recesión. Los mercados no están valorando una probabilidad de default muy alta sobre la deuda de Italia, pero con todo, hay una posibilidad.

Asimismo, tanto Italia como España están teniendo dificultades para emprender reformas regulatorias que asegurarían que sus economías puedan crecer más rápidamente en el largo plazo. Esas reformas son prioritarias en la agenda de Reino Unido. Además de todo esto, los países del sur de Europa están mal equipados para tratar con shocks económicos debido a su pertenencia al euro. No es un asunto de devaluaciones como tal sino de una composición inapropiada de una zona monetaria única.

P: ¿Podría describir las principales políticas llevadas a cabo por las autoridades inglesas?

R: No es fácil describirlo concisamente, pero las siguientes medidas son las más importantes: por el lado fiscal, ha habido un programa de consolidación que acaba de empezar, con el objetivo de atajar el problema del alto nivel de endeudamiento público que se estaba fraguando. Esto ha supuesto reducciones del gasto y, desgraciadamente, aumento de impuestos; por el lado monetario, el Banco Central de Inglaterra ha recortado los tipos de interés y perseguido una política de relajación cuantitativa (quantitative easing) debido a, según el Banco, la temida amenaza de deflación -aunque, en mi opinión, se ha descuidado el problema de la inflación-; por el lado de la regulación, se ha producido una reforma por la que se trasladará en breve la responsabilidad de casi toda la regulación financiera -no sólo la bancaria- al Banco de Inglaterra.

P: ¿Cuál es su opinión respecto a estas medidas?

R: En la primera fase de crisis, creo que el enfoque que se adoptó en la política monetaria fue más o menos correcto. Había una amenaza real de deflación y la oferta monetaria estaba cayendo. En esas circunstancias la relajación cuantitativa era la política adecuada. Sin embargo, ahora la inflación parece haberse convertido en un problema importante en Reino Unido, y eso debería preocupar al Banco de Inglaterra más de lo que le está preocupando en la actualidad.

En mi opinión, el programa de consolidación fiscal debería haber puesto más el acento en recortes de gasto o, al menos, la subida de impuestos deberían haberse llevado a cabo al final y no al principio. Lo último que se desea en una recesión es aplicar políticas que dañen el lado de la oferta de la economía. Con esta idea en mente, el Gobierno debería también haber resistido la tentación de incrementar la regulación del mercado laboral y la cantidad y alcance del salario mínimo. Sólo una pequeña parte de esta regulación ha venido de la Unión Europea. Aumentar la regulación del mercado de trabajo en periodo recesivo es una política excepcionalmente insensata.

P: Entonces, ¿no cree, como muchos analistas, que los recortes de Cameron han ido demasiado lejos, agravando la tendencia recesiva de la economía británica?

R: En absoluto. En mi opinión, los recortes han sido insuficientes. Con suerte, llevarán al gasto público de vuelta a los niveles del 40% de la renta nacional y supondrán un recorte del gasto real -ajustado a la inflación- de alrededor del 1% por año. Con todo, el gasto nominal seguirá aumentando.

En Reino Unido necesitamos repensar el rol del Estado en la economía. Recortes de gasto más profundos podrían llevar a la posibilidad de reducir impuestos, con las ventajas por el lado de la oferta que ello conllevaría, incluyendo un probable crecimiento en el empleo para la población de rentas bajas.

No hay evidencias de que, en una economía abierta con un tipo de cambio flotante y altos niveles de endeudamiento, incrementar el gasto del Gobierno fomente el crecimiento en ningún caso.

P: En este contexto, ¿cómo piensa que evolucionará la economía británica?

R: Lo que he venido diciendo desde hace algún tiempo es que lo más probable es que las mejoras en los niveles reales de vida sean prácticamente inexistentes o pequeñas. Esto se explica por el elevado endeudamiento privado y público, y por las deudas gubernamentales implícitas debidas a las pensiones futuras y las obligaciones en materia sanitaria.

Las perspectivas para la siguiente generación no son halagüeñas. Sin embargo, todavía tengo esperanzas de que llegue pronto el crecimiento económico. Lo que está pasando en la Eurozona no ayuda aquí, pero soy un firme defensor de la idea de que el éxito económico depende principalmente de la política que se hace en casa. Por lo que la verdadera cuestión radica en si el Gobierno tendrá el coraje de continuar recortando el gasto público después de 2015 y desregular la economía.

Con todo, estos asuntos son a medio plazo. No espero el tipo de recuperación vigorosa que las economías han tendido a experimentar en las últimas décadas, al menos, seguro que no en los próximos 12-18 meses.

P: Respecto al sistema bancario, ¿cuál es su solidez y solvencia en los momentos actuales?

R: El sistema financiero británico es sólido en términos generales. Pero necesitamos sistemas financieros que sean robustos ante la posibilidad de sucesos que desconocemos que puedan ocurrir, es decir, ante la incertidumbre radical. La solidez frente a riesgos que se conocen que existen no es suficiente.

La regulación ha fracasado porque se centró en asegurar que los bancos tuvieran suficiente capital para enfrentarse a riesgos conocidos, pero cuando llegó la tormenta por sorpresa cayeron estrepitosamente y, sin un rescate, habrían echado abajo el sistema.

Respondiendo directamente a la pregunta, creo que los bancos tienen suficiente capital para lidiar con riesgos conocidos. Sin embargo, necesitamos una serie de reformas en el marco legal del sistema bancario que aseguren que un banco insolvente pueda ser liquidado sin generar excesivos problemas en el sistema. Es este tipo de reforma legal del sistema lo que se requiere, y no una regulación al detalle sobre el comportamiento de los bancos.

P: Acerca del tema de la crisis de la Eurozona. ¿Cuáles son sus propuestas para salir del atolladero de la mejor manera?

R: Desde mi punto de vista, hay dos soluciones. La primera es mantener el euro e implementar reformas liberalizadoras radicales y rápidas de las economías de la UE para que puedan lidiar mejor con los shocks.

Esto parece improbable, por lo que existe una alternativa de solventar el problema: mantener el euro como moneda de curso forzoso en todos los países de la Eurozona, pero permitiendo a esos países que además del euro tengan monedas paralelas. En la práctica, éstas serían probablemente nuevas monedas soberanas [del Estado] pero también podrían ser, por ejemplo, el dólar o una moneda respaldada en oro e, incluso, una moneda privada.

Esto significaría que el estatus legal de las deudas denominadas en euros no estaría en duda, que los griegos con depósitos en euros no enfrentarían una enorme incertidumbre, pero que los contratos laborales, por ejemplo, podrían ser, inmediatamente, establecidos en una moneda diferente. Existen costes de transacción en tener monedas paralelas, pero éstos son mucho menores que los costes de transacción de volver a "un estado, una moneda".

P: ¿Cómo ve las perspectivas de España?

R: España podría, fácilmente, obtener importantes ganancias de la liberalización, lo que haría que la continuidad dentro del euro fuera mucho más fácil, y el crecimiento -en caso de que saliera del euro- fuera más robusto. El plan que propondría es el que he delineado antes. Este plan, por supuesto, no niega los beneficios de la liberalización.

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