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EDITORIAL

La cerrazón ideológica impide acabar con el paro

Si la triste complacencia de PP y Ciudadanos en esta materia ya es grave, la necedad de los partidos de izquierda es, simplemente, desoladora.

El mercado laboral mantuvo su evolución positiva en julio, que registró una nueva caída del paro y un incremento en el número de afiliados a la Seguridad Social. En concreto, el número de inscritos en el antiguo INEM bajó en casi 27.000 personas, mientras que la creación de nuevos puestos de trabajo se situó en algo más de 56.000. Aunque estas cifras son algo peores que las registradas en el mes de julio del pasado año, la tendencia favorable del empleo no varía y encadena ya cerca de cuatro años consecutivos de mejora ininterrumpida.

De hecho, si se amplía un poco la perspectiva temporal, se observa que la ocupación avanza a un ritmo interanual del 3,6%, tras crearse más de 644.000 empleos en los últimos doce meses, el mayor incremento en 11 años. Y lo más importante es que en lo que va de año el volumen de afiliados crece en más de 640.000 personas, un nuevo récord histórico si se exceptúa el anómalo ejercicio de 2005, cuando se procedió a la regularización masiva de inmigrantes. Así pues, más allá de que se haya producido una ligera desaceleración laboral en julio, el balance general del año no puede ser más positivo, ya que, de mantenerse esta tendencia, España podría registrar unos 600.000 nuevos ocupados en 2017, superando incluso la magnífica cifra de 2016.

Todo ello demuestra, una vez más, que la tan criticada y vilipendiada reforma laboral aprobada en 2012 ha dado sus frutos. La escasa flexibilidad que posibilitó dicho cambio legislativo fue aprovechada de inmediato por los empresarios para amoldarse mejor a las siempre cambiantes circunstancias del mercado sin necesidad de acometer despidos masivos durante los últimos coletazos de la recesión, al tiempo que facilitó la contratación inmediata y creciente de trabajadores conforme la economía comenzó a recuperarse. Y si una leve flexibilidad laboral ha logrado estos resultados, ¿por qué no profundizar en la receta para acabar cuanto antes con la lacra del paro?

Por incomprensible que resulte la respuesta, lo cierto es que ni PP ni Ciudadanos ni, muchos menos, los partidos de la oposición están dispuestos a acometer nuevas reformas para solventar el grave problema del desempleo, bien porque no creen realmente en las virtudes de la libertad económica, bien porque su cobardía política y su profundo acomplejamiento les impide defender las bondades de un mercado laboral dinámico, flexible y moderno, alejado del arcaico y casposo modelo sindical de los tiempos de Franco.

Y si la triste complacencia de PP y Ciudadanos en esta materia ya es grave, la necedad de los partidos de izquierda es, simplemente, desoladora. PSOE y Podemos, con el siempre servil apoyo de los sindicatos, pretenden derogar la reforma laboral para regresar al desastroso modelo previo de convenios colectivos, por el cual una camarilla de sindicalistas y empresarios determinaba las condiciones de trabajo de millones de personas sin atender debidamente a las circunstancias particulares de cada compañía. Ese rígido y anacrónico sistema fue, precisamente, lo que provocó la mayor destrucción laboral de la historia de España desde la posguerra, hasta el punto de que se superó una tasa de paro del 26%, con un desempleo medio próximo al 17% desde 1980, y se condenó a casi el 30% de los trabajadores a la aceptación de contratos temporales.

Los países del centro y el norte de Europa, cuya flexibilidad laboral es muy superior a la española, disfrutan, por el contrario, de tasas de paro marginales, de una gran estabilidad laboral y de sueldos medios más altos.

Basta de falacias, mentiras y complejos. Los partidos que realmente deseen acabar con el drama del paro deberían abandonar de una vez por todas su absurda y sectaria ceguera política para empezar a defender sin ambages la necesaria liberalización del mercado de trabajo. Los resultados positivos de esa ansiada reforma les acabarían otorgando, sin duda, el reconocimiento y apoyo de los votantes.

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