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Emilio J. González

Doña Celia contra la inflación

Las autoridades económicas y monetarias de la zona del euro andan estos días buscando una solución que permita combinar medidas de apoyo a un alicaído crecimiento económico con la lucha contra una inflación que está repuntando en todos los Estados miembros de la unión monetaria europea, España entre ellos. En éstas, doña Celia Villalobos ha venido en socorro de los ilustres cerebros económicos europeos para aliviarles los dolores propios de sus quebraderos de cabeza. Pero no lo ha hecho con aspirinas, como cabría esperar de ella, que para eso es ministra de Sanidad. No. Doña Celia, por lo visto, ha encontrado la panacea, esto es, el medicamento universal que cura todos los males, en este caso de la estabilidad de precios. ¿Cuál es ese remedio tan maravilloso que ni Wim Duisenberg, Hans Eichel, Laurent Fabius o Rodrigo Rato han sido capaces de descubrir? Pues ni más ni menos que sacar el tabaco del IPC.

Las labores de tabaco en España están encareciéndose desde hace año y medio, debido a que el Gobierno ha autorizado a las tabaqueras a subir los precios, después de varios años de tenerlos congelados para reducir la inflación. Ahora, doña Celia, como si fuera una Juana de Arco en una cruzada contra los fumadores, quiere encarecer los cigarrillos de tal forma que quien quiera fumar se lo piense dos veces debido al elevado coste que pretende imponer a la cajetilla. La queja de doña Celia es que a la sanidad española le cuesta miles de millones de pesetas anuales la atención a los fumadores activos y pasivos y, sobre todo, que cada año fallecen en España cincuenta mil personas por este motivo. Lo segundo es muy triste y, por supuesto, hay que tratar de ponerle fin. Pero, en la cuestión económica, el tabaco ya lleva muchos impuestos cuya recaudación debería dedicarse, precisamente, a financiar los gastos sanitarios que provoca y las investigaciones para combatir las enfermedades derivadas de su consumo, cosa que no se hace.

Pues bien, doña Celia quiere aumentar todavía más la presión fiscal sobre el tabaco, aunque no ha dicho hasta dónde. Pero ahí tropieza con don Rodrigo, que no quiere ni oir hablar de un tema que haría subir todavía más la inflación. Por eso no se le ha ocurrido a nuestra flamante ministra de Sanidad ni más ni menos que decir que el tabaco se saque del IPC puesto que no es un producto de consumo básico para los españoles. El problema es que el índice de precios de consumo, como su propio nombre indica, mide la evolución de los precios de lo que compran los ciudadanos, y el tabaco es una parte, importante, de esa cesta. Dejarlo fuera de ella sería pervertir el propio concepto de IPC. Eso sí, seguro que a las autoridades economías y monetarias europeas les vendría muy bien porque la inflación bajaría, aunque sólo fuera por un mero efecto estadístico.

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