L. D. / EFE.- La suspensión de los siete paros restantes, anunciada este sábado por el jefe de la Sección Sindical de SEPLA en Iberia, Jaime Lacasa, pone fin a lo que para la empresa era no sólo una “sangría” económica, sino una imagen dañada que, a juicio de sus directivos, llevará tiempo y esfuerzo reponer.
El último de los conflictos entre Iberia y el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA), que desembocó el pasado jueves en el anuncio por parte de la empresa de la suspensión de todos sus vuelos de manera temporal, comenzó a principios de año por la negociación del séptimo convenio colectivo.
Al igual que en anteriores negociaciones, ambas partes partieron de presupuestos muy diferentes, lo que les llevó a un enfrentamiento tras otro y a la convocatoria de huelga por parte de los pilotos, que acusaron a la compañía de “no querer” negociar. En esta ocasión, el escollo se denominó “clave 104”, en virtud de la cual la empresa comenzó a descontar en 1995, con el acuerdo de todos, un 12 por ciento en las nóminas de los comandantes de aeronave a fin de salvarla de la quiebra.
En vista de que Iberia ya había comenzado a obtener beneficios, los pilotos exigieron la retirada paulatina de ese descuento, a lo que la compañía se negó argumentando que de hacerlo así volvería a estar en situación de riesgo. La dirección de la empresa estaba dispuesta a ofrecer a los pilotos subidas del IPC más un 0,5 por ciento y otros beneficios adicionales, y en su última oferta, el pasado nueve de julio, llegó a proponer una subida salarial del 26 por ciento en cuatro años, “la propuesta más generosa de los últimos veinte años”, según dijo el director general de Línea Aérea de Iberia, Enrique Donaire.El sindicato de los pilotos rechazó esa oferta y la compañía dio por rotas las negociaciones porque adujo que no podía continuar “bajo el chantaje permanente”.
El último de los conflictos entre Iberia y el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA), que desembocó el pasado jueves en el anuncio por parte de la empresa de la suspensión de todos sus vuelos de manera temporal, comenzó a principios de año por la negociación del séptimo convenio colectivo.
Al igual que en anteriores negociaciones, ambas partes partieron de presupuestos muy diferentes, lo que les llevó a un enfrentamiento tras otro y a la convocatoria de huelga por parte de los pilotos, que acusaron a la compañía de “no querer” negociar. En esta ocasión, el escollo se denominó “clave 104”, en virtud de la cual la empresa comenzó a descontar en 1995, con el acuerdo de todos, un 12 por ciento en las nóminas de los comandantes de aeronave a fin de salvarla de la quiebra.
En vista de que Iberia ya había comenzado a obtener beneficios, los pilotos exigieron la retirada paulatina de ese descuento, a lo que la compañía se negó argumentando que de hacerlo así volvería a estar en situación de riesgo. La dirección de la empresa estaba dispuesta a ofrecer a los pilotos subidas del IPC más un 0,5 por ciento y otros beneficios adicionales, y en su última oferta, el pasado nueve de julio, llegó a proponer una subida salarial del 26 por ciento en cuatro años, “la propuesta más generosa de los últimos veinte años”, según dijo el director general de Línea Aérea de Iberia, Enrique Donaire.El sindicato de los pilotos rechazó esa oferta y la compañía dio por rotas las negociaciones porque adujo que no podía continuar “bajo el chantaje permanente”.