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Gary S. Becker

¿Defensa del consumidor o de empresas rivales?

Dos decisiones recientes en diferentes continentes ilustran enfoques radicalmente diferentes en las políticas antimonopolios. La Comisión Europea vetó la fusión de General Electric y Honeywell International, basándose en que de la consolidación emergería una empresa mucho más fuerte que sus actuales competidores en equipos de aviación. Contrariamente, un tribunal federal de apelaciones en Estados Unidos evaluó las prácticas de Microsoft sobre la base de cómo estas afectan a los consumidores.

Vale la pena tomar en cuenta que las quejas contra la fusión GE-Honeywell y contra Microsoft no provinieron de los consumidores sino de empresas rivales. A menudo se critica el proceso político de Estados Unidos por responder a los alegatos de grupos de presión, cuando con ello se daña a los consumidores. Pero en estos casos recientes, Europa parece ser culpable de ceder ante poderosos intereses, mientras que el tribunal de apelaciones en Washington estuvo por encima de similares presiones, basando su decisión en si las prácticas comerciales de Microsoft ayudan o perjudican a los consumidores.

La Comisión Europea, bajo la dirección de Mario Monti, se opuso a la adquisición por 42 mil millones de dólares de Honeywell por parte de GE, en parte porque la empresa ofrecería una gama más amplia de productos de aviación que sus competidores. Alegó que la integración vertical resultante le daría a GE-Honeywell una ventaja considerable al combinar las turbinas y el financiamiento ofrecido por GE para la compra de aviones con la participación de Honeywell en electrónica de aviación y productos aeroespaciales. Pero la comisión no le prestó atención a si la empresa consolidada operaría más eficientemente, pudiendo entonces ofrecer mejores precios y mejores productos a los consumidores.

La comisión mostró especial preocupación en que otras empresas no podrían competir si la empresa consolidada ofrecía descuentos a compradores de paquetes de componentes y servicios de GE-Honeywell. Esa es una teoría sin evidencia histórica en esa industria, dominada por empresas como GE. Es más, la evidencia recopilada en muchos casos antimonopolio indica que ofrecer paquetes de productos, aun cuando afecta a los rivales, suele beneficiar a los consumidores, reduciendo precios.

Sin embargo, los paquetes de productos probablemente no fueron el verdadero obstáculo, ya que la comisión hubiera podido aprobar la fusión sujeta a restricciones.

Las discusiones sobre el caso Microsoft se han enfocado sobre si la demanda fue una victoria para Microsoft o para el gobierno. Pero el mensaje importante de la decisión es que las prácticas comerciales deben ser evaluadas sobre la base de si perjudican o benefician a los consumidores. A Microsoft y a las demás empresas se les debe permitir competir agresivamente, cuando ello contribuye a bajar precios y a otros beneficios para los consumidores.

Utilizando ese criterio, el tribunal revocó la opinión del juez Thomas Penfield Jackson, del tribunal inferior, en varios puntos cruciales. El tribunal de apelación se negó a dividir la empresa en dos, separando los programas de computación y los sistemas operativos, ya que eso no parecía beneficiar al consumidor, en una industria con rápidos adelantos tecnológicos. El tribunal también determinó que Microsoft podía ser agresiva y cobrar precios más bajos, sin ser catalogada de "depredadora". La empresa puede seguir ofreciendo un paquete que incluye el sistema operativo y el programa de navegación en Internet, tema de la queja original contra Microsoft, si ello beneficia a los consumidores de ambos productos y a pesar de que con ello fue duramente perjudicada su rival Netscape Communications.

Es cierto que el tribunal también encontró que Microsoft abusó su posición monopólica con varias prácticas excluyentes. Por ejemplo, el tribunal superior estuvo de acuerdo con el juez Jackson en cuanto a que Microsoft mezcla los códigos de su navegador y de su sistema operativo, como también respecto a sus acuerdos de exclusividad con los fabricantes de los equipos. Pero lo importante es que el tribunal estaba preocupado por el bienestar de los consumidores y no de las empresas fabricantes o de aquellas con productos en competencia, como Sun Microsystems. El tribunal ordenó que algunos de estos temas sean nuevamente revisados en otro juicio y con otro juez, aunque Microsoft ya respondió al eliminar varias de las prácticas criticadas.

Con la creciente trascendencia de empresas que operan en varios continentes, es más importante que nunca que quienes deciden sobre políticas antimonopolio tengan el enfoque correcto. Esas políticas serían consistentes a nivel mundial y fomentarían la eficiencia económica si las prácticas comerciales fuesen universalmente juzgadas por sus efectos en el consumidor en vez de en empresas competidoras con poder político.

© AIPE

Gary S. Becker fue premio Nobel en 1992 y es profesor de Economía de la Universidad de Chicago.

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