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CASO GESCARTERA

Camacho utilizó a un párroco rural de Cuenca al que endosó 2.000 millones de pérdidas

El párroco de Castillo de Garcimuñoz, Teodoro Bonilla, pasó a engrosar la lista de clientes “especiales” de Gescartera que confeccionó Antonio Camacho y a quienes se identificaba con la clave de tres ceros. A este cura se le endosaron pérdidas por 2.000 millones de pesetas para intentar tapar la alarmante situación patrimonial de la firma bursátil, según publica el diario “El Mundo”.

Libertad Digital.- Su nombre aparece en las declaraciones efectuadas días atrás por empleados que han testificado ante la juez Teresa Palacios, instructora del caso. Cuando don Teodoro se enteró de la noticiasólo pudo decir que “no se lo creía”, que todo era un “mal sueño” y que, por supuesto, él “no sabía nada de todo aquello”.

Teodoro Bonilla ingresó una cantidad que no supo determinar (aseguró no recordarla) en la agencia a principios de los años 90, cuando Gescartera se llamaba Bolsa Consulting. El párroco perseguía, con esos ahorros, “crear una fundación para beneficio de los pobres, los sacerdotes jubilados, para los medios de comunicación católicos y para el patrimonio de la Iglesia”. Hasta el punto de que aceptó convertirse en uno de los accionistas -controla el 10%- de Gescartera Gestión, filial de la entidad intervenida.

Al saltar el escándalo el padre Bonilla se mantuvo a la expectativa, por ver qué pasaba con el dinero que había invertido. No se puso en contacto ni con Gescartera ni con los medios de comunicación. No obstante, en el Obispado de Cuenca le aconsejaron prudencia. Nunca, desde que es cliente de Gescartera, se preocupó de su inversión.

Don Teodoro tampoco sabe si va a denunciar a Camacho o no. Insiste en que no tiene ningún tipo de papel que le relacione con Gescartera, salvo los necesarios para la declaración a Hacienda. Don Teodoro confió en alguien y éste le traicionó, imputándole unas pérdidas falsas que un cura de pueblo no puede haber tenido nunca. De hecho, el padre Bonilla insiste en saber cuánto dinero tenía, porque de ser cierta esa cifra de 2.000 millones, él debería tener “miles de millones, que vendrían maravillosamente para restaurar el castillo y la iglesia” del pueblo, su única preocupación.
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