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El director general del ente público Radiotelevisión Canarias, Francisco Moreno, aseguró: “los canarios quieren que el archipiélago tenga una televisión como otras comunidades”. Una de las características más asombrosas del intervencionismo es la alegría con la que sus partidarios asignan voluntad a la sociedad. ¿Cómo puede don Francisco discernir la voluntad de los canarios?

Se dirá que el pueblo es consultado todo el rato, y de hecho estas declaraciones vinieron a cuento de unas encuestas que concluían que los canarios deseaban una televisión autonómica y “de calidad”. El problema, por supuesto, es que las encuestas son siempre incompletas en un punto fundamental: quién paga. Porque si de lo que se trata es de la clave del Estado intervencionista: tener cosas y no pagar por ellas, es claro que vamos a “querer” de todo. Pero, en verdad, la única forma de que los canarios se muestren dispuestos a pagar por la calidad de los productos que reciben es hacer con la televisión lo mismo que con los demás bienes y servicios: sacar a los políticos de allí y dejar que actúe el mercado libre.

A la postre, y ante las obvias limitaciones de las encuestas, los intervencionistas recurrirán a un argumento que creen poderoso y que sólo revela el peligro de su astenia intelectual: la máxima encuesta, los votos. Y dirán que no votamos para que cambien los gobernantes sino para elegir a unos señores. Acto seguido esos señores podrán elegir ellos todo por nosotros, nos lo impondrán, nos obligarán a pagarlo y para colmo dirán que es nuestra voluntad. Encima que roban, insultan.

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