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Ricardo Medina Macías

Que se fastidien consumidores y contribuyentes

En su esencia, los nuevos reaccionarios defienden un “proyecto de nación” –como les gusta decir pomposamente– que consiste en exprimir a consumidores y contribuyentes en beneficio de una casta privilegiada. Ante la llamada “crisis” que sufre el campo mexicano, el gobierno de Vicente Fox tiene dos opciones: no hacer nada o fastidiar a los consumidores y a los contribuyentes mexicanos.

Los nuevos reaccionarios quieren que paguemos más impuestos y precios más altos para mantener con vida a un monstruoso cadáver. Inyecciones masivas de subsidios, barreras a la importación de alimentos y lubricar los amplios cauces de corrupción y control político que establecieron los “gobiernos de la revolución mexicana”. Por supuesto, lo más inteligente y patriótico es no hacer nada.

Muchos productos agrícolas mexicanos carecen de competitividad. Son más caros y de inferior calidad que sus similares extranjeros. A esto se añade que, en general, los precios de los productos agrícolas en el mundo se han desplomado en los últimos años como resultado del incremento de la productividad.

Se argumenta que muchas economías desarrolladas, como Estados Unidos, siguen subsidiando a sus productores agrícolas. Es cierto. Esos subsidios los pagan los contribuyentes de esos países desarrollados. No los pagan con gusto, sino como resultado de la perversión de los mecanismos de representación en muchas democracias, que convierten a los políticos en gestores de los intereses de poderosos grupos de presión. Esa perversión de la democracia perjudica a consumidores y contribuyentes.

Pero si el subsidio que los contribuyentes de Estados Unidos se ven forzados a pagar se traduce en precios más bajos para los consumidores mexicanos, no veo por qué en México tengamos que rasgarnos las vestiduras y cometer la misma estupidez que están llevando a cabo los políticos en Estados Unidos.

Tomemos el caso de la fructosa procedente de Estados Unidos a la que el gobierno mexicano –incorrectamente y para complacer a los plutócratas de la industria azucarera– ha impuesto altísimos aranceles. Un panel de controversias dentro del TLC ya determinó que los aranceles son improcedentes. ¡Qué bueno!, los consumidores mexicanos podremos adquirir ese edulcorante a un precio inferior al que nos venden el azúcar.

Sin embargo, los nuevos reaccionarios exigirán a gritos que los consumidores y los contribuyentes mexicanos paguemos la incompetencia, porque el campo mexicano es "intocable" y porque se supone que Emiliano Zapata cabalga de nuevo.

Veremos en la televisión de los nuevos reaccionarios –Televisa– a una compungida Elena Poniatowska, disfrazada de señora en veraneo dedicada al ornato de jardines, denunciando que el “gran dinero” –lo que quiera que eso signifique– desea terminar con el campo mexicano. Propondrán los nuevos reaccionarios que se apliquen las mismas recetas nefastas que han empobrecido hasta la miseria a los auténticos campesinos mexicanos: total desprecio a los derechos de propiedad y a la propiedad privada, subsidios a diestra y siniestra para enriquecer a la burocracia que vive de la “problemática agrícola” y a los grandes productores protegidos, subasta política de las “ayudas” y recursos necesarios para que la tierra produzca.

Y fronteras cerradas para que, como ironiza Ricardo Valenzuela en sus “reflexiones libertarias”, lograr un nuevo negocio aún más rentable que las drogas: el contrabando de granos.

© AIPE


Ricardo Medina Macías, mexicano, es analista político.

En Libre Mercado

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