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No se puede abusar así de nosotros, recién llegados de vacaciones. Van cuatro perlas, cuatro, y porque francamente no hay estómago para más, porque haberlas haylas.

El gran escritor mexicano Carlos Fuentes ha vuelto a desbarrar sosteniendo que el modelo económico de América Latina debe ser: Europa. Los de Fuentes no son argumentos sino topicazos de un discurso antiyanqui que en el fondo desprecia a los pueblos latinoamericanos, con referencias obligadas al “capitalismo salvaje” del siglo XIX que “sabemos que concentra la riqueza en la cima, pero no la hace llegar a la base”.

Pienso en mis antepasados, modestísimos campesinos europeos, que salieron de la pobreza, la “base” más básica, gracias a la libertad de inmigración y de comercio en el siglo XIX: me pregunto qué opinarían de las bobadas demagógicas de este ilustre intelectual, que les dice que el liberalismo es “egoísta” y que “el mercado no es un fin en sí mismo”, como si ellos no lo supieran todo del sacrificio en pro de una familia.

Dijo Ana Mato, diputada del PP: “La mayoría de los ciudadanos españoles quiere que se financie a la Iglesia católica porque la mayoría de los ciudadanos somos católicos”. Esta señora no conoce el abecé de la teoría política, llega siglos tarde al problema de los derechos del ciudadano y de las minorías. No señora, el que la mayoría sea católica no justifica de por sí la coacción fiscal sobre el conjunto.

Tampoco se lució Jesús Caldera, portavoz del PSOE en el Congreso, que acusó al PP de estar “a favor del menor poder posible para un Estado anoréxico”. Verdaderamente, cuando el gasto público supera el 40 % del PIB, cuando los españoles trabajamos casi la mitad de nuestro tiempo para el Estado, llamar a eso “anoréxico” es un insulto a la inteligencia.

Por ello podría resultar en principio estimulante Ángeles Maestro, responsable de Solidaridad Internacional (ahí es nada) de Izquierda Unida, que sostuvo: “Hay un peligro muy claro de retroceso de los derechos ciudadanos y de las libertades que nos ha costado mucho conseguir”. Bueno, diríamos, por fin alguien va a defender la libertad. Pues no. Demostrando ser tan poco angelical como magistral, Ángeles Maestro prologa con esa frase una defensa de los okupas, con esta increíble tesis: “La propiedad privada no puede existir en un local que ha estado 22 años cerrado y que ahora se había convertido en un centro donde los jóvenes hacían todo tipo de actividades culturales”. Impresionante. Primero la temporalidad, porque si la propiedad privada no se justifica si yo no uso mi casa en 22 años ¿qué tal en 12, o en 10 o en 2? Y segundo, la finalidad, o sea, que si me usurpan mi casa y realizan en mi salón “actividades culturales”, no puedo quejarme.

Más vacaciones, por favor.

En Libre Mercado

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