Menú
EDITORIAL

Duhalde, a la desesperada

La “congelación” de los ahorros de los argentinos que planea Duhalde es el último recurso para posponer una vez más —por muy poco tiempo y a un precio terrible— el reconocimiento de una verdad inexorable: gran parte de los argentinos ha perdido sus ahorros. Poco importa la modalidad que elija el Gobierno argentino para hacer aflorar esta realidad: la flotación libre del peso hará que éste se deprecie todavía más de lo que está respecto del dólar, con las consecuencias inflacionarias que esto conlleva, ahora reprimidas con el feriado cambiario que ha entrado en vigor este lunes. Si el Gobierno levanta el corralito y los bancos abren sus puertas sin restricciones, en pocas días (o incluso horas) habrán agotado sus reservas de efectivo. Pero el problema es que si no las abren pronto, la economía real puede sufrir un colapso definitivo, por falta de recursos financieros.

Hoy más que nunca, la única esperanza de Duhalde es el FMI, del que aspira a arrancar nueva aspersión de dólares para poder seguir manteniendo a flote el peso, una moneda que ya quema en las manos. Pero mientras tanto, y para salvar el tipo, el gabinete de Duhalde ha concebido la “ingeniosa” idea del plan Bonex II —ya ensayado en la época de Menem, aunque en circunstancias muy diferentes—; es decir, obligar por ley a los ahorradores a prestarle sus dólares al estado argentino a largo plazo y a un tipo de interés ridículo (2-3%). En definitiva, otra modalidad de pérdida de los ahorros, sólo que más sutil, con una apariencia de legalidad formal.

Sería difícil de entender esa obstinación por salvar el peso —sobre todo cuando el fantasma del hambre ha empezado a llamar a las puertas de los hogares argentinos— si no fuera porque la incorregible clase política argentina desea seguir sirviéndose de él para volver a las andadas una vez que el FMI haya aprobado —si es que finalmente lo hace— el enésimo rescate.

Lo cierto es que ya nada podrá cambiar que los argentinos que no salieron a tiempo de la ratonera financiera, de un modo u otro han perdido la mayor parte de sus ahorros. Después de haber llevado a la ruina a sus conciudadanos, el mejor servicio que aun pueden prestar los políticos argentinos a sus víctimas es sentar las bases de la recuperación y del progreso futuros, dolarizando inmediatamente la economía argentina con las pocas divisas norteamericanas que aún permanecen en el sistema bancario y con el préstamo que el FMI quiera otorgarles. El reciente éxito de la dolarización de Ecuador habla elocuentemente a favor de, quizá, la única forma que existe de mantener a raya a los cleptócratas argentinos.

De poco serviá un nuevo rescate, aunque se apoye en solemnes promesas de contención del gasto que jamás se cumplen —como la experiencia de los 33 anteriores rescates del FMI, desde 1957, ha demostrado— si los políticos argentinos siguen conservando la facultad de manipular la moneda para financiar sus demagogias y despilfarros. Llevan décadas demostrando que confiarles la administración de una moneda es lo mismo que dejar a la zorra al cuidado de las gallinas.

En Libre Mercado

    0
    comentarios