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EDITORIAL

Aznar: así en España como en Europa

La energía con que José María Aznar ha defendido en Europa las reformas estructurales y el cumplimiento del Pacto de Estabilidad frente al desprecio de Prodi –quien calificó el Pacto de “estúpido”– y la desgana de franceses y alemanes –otrora rígidos como el acero y hoy “flexibles” como juncos cuando, por sus “pecados”, las cosas les van mal–, contrasta vivamente con la política que su Gobierno practica en España.

La marcha atrás en la reforma del desempleo –cuyas claves habrá que buscar en las deficiencias de las encuestas de intención de voto que encarga el Gobierno y e interpreta Arriola o bien en el pacto de la tríada sucesoria por excelencia (Rajoy, Rato y Mayor Oreja) para cerrar el “frente social” y poder dedicarse con ahínco y libres de preocupaciones a la postulación de sus candidaturas–, no es, ciertamente, la mejor tarjeta de visita para predicar en Europa la austeridad presupuestaria, la reducción del estado del bienestar o la necesidad de reformas estructurales.

Aznar tiene razón objetiva cuando insiste en que la relajación de las exigencias del Pacto de Estabilidad mermaría sensiblemente la ya maltrecha credibilidad económica de Europa ante el mundo, además de lastrar el crecimiento futuro con altos niveles de endeudamiento y, en consecuencia, elevados tipos de interés. Sin embargo, tras la rendición incondicional e innecesaria ante los sindicatos –liderada precisamente por Rato, el autor de la reforma, y escenificada por Zaplana, quien no ahorra elogios para los agentes sociales ante la “encomiable” gestión que han realizado en la FORCEM–, el presidente del Gobierno ha perdido la razón moral que proporciona el predicar con el ejemplo.

Como ha dicho el presidente de la CEOE, José María Cuevas –quien, por cierto, ha instado a Aznar a que elija de una vez entre Rajoy, Rato o Mayor Oreja para evitar mayores desastres–, la marcha atrás en la reforma del paro es un grave precedente que dificultará de modo extraordinario en el futuro inmediato la introducción de las reformas que necesita uno de los mercados laborales más rígidos del mundo. Ni qué decir tiene que las demás reformas que afectan al estado del bienestar, como son la del sistema público de pensiones o la de las prestaciones sanitarias, quedarán aplazadas sine die.

Sacrificar el poder normativo de 10 millones de votos para asegurar la conservación del poder mientras se dirimen las luchas internas, no sólo es una traición a los electores que votaron el programa del PP, sino también una muestra del grave error político cometido por Aznar al obstinarse en marcar los tiempos en su “cuaderno azul”. De momento, ya estamos pagando las consecuencias.

En Libre Mercado

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