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EDITORIAL

Prodi y el retorno de Keynes

La vuelta a la ortodoxia económica que protagonizaron Reagan y Thatcher puso fin a una década de paro, estancamiento económico e inflación –resultado de las políticas de déficit público y “estimulación” de la demanda de corte keynesiano– y sentó las bases de un ciclo de prosperidad económica que ha durado prácticamente hasta la conclusión del siglo XX. Hubo quienes creyeron que el fantasma de Keynes había sido conjurado definitivamente. Pero la realidad es que sólo se había retirado de la escena para tomarse unas vacaciones.

Ha bastado con que las tres principales economías del mundo (EEUU, Japón y Alemania) coincidan en un periodo recesivo para que los socialdemócratas europeos –que jamás llegaron a aceptar ni comprender plenamente la importancia que el equilibrio presupuestario tiene para garantizar un crecimiento económico sostenido en el marco de una moneda estable con tipos de interés moderados– vuelvan de nuevo a predicar las supuestas propiedades balsámicas del déficit público y del endeudamiento para superar sin el dolor de los ajustes y las reformas estructurales una coyuntura recesiva.

Por desgracia, el déficit democrático de las instituciones europeas ha hecho de la burocracia bruselense un asilo casi exclusivo de políticos de izquierda amortizados en sus países de origen, que han esperado pacientemente una nueva oportunidad de volver a aplicar las fracasadas doctrinas económicas que les expulsaron del poder. La reedición de la mayoría rojiverde en Alemania, y un gobierno de centro-derecha en Francia que ha llegado al poder con los votos de la izquierda –la misma que, con Jospin, sumió a Francia en el estancamiento económico con medidas como la de las 35 horas– han posibilitado que los eurócratas partidarios de las políticas de déficit y endeudamiento, con Prodi y Solbes a la cabeza, saquen pecho y se atrevan a recomendar lo que hace muy pocos años hubiera sido impensable durante los gobiernos de Köhl y Chirac. El entierro virtual del Pacto de Estabilidad se vende como una “flexibilización” necesaria de unos rígidos criterios elaborados en una época en la que, según el ministro de Exteriores alemán y líder del partido verde, Joshka Fischer, "los economistas más serios creían que se habían acabado los ciclos coyunturales".

Ningún economista verdaderamente serio ha sostenido jamás que el fenómeno de los ciclos económicos podía eliminarse mediante una adecuada manipulación de la política monetaria y fiscal. Antes al contrario, sólo gracias a una política fiscal que no asfixie la creación de riqueza y garantice el equilibrio presupuestario, y mediante una política monetaria que no distorsione el sistema de precios es posible minimizar el impacto de los ciclos y acortar su duración. Por otra parte, si bien nunca son inoportunas las reformas estructurales que permiten eliminar trabas al crecimiento económico, se hacen más necesarias y urgentes, precisamente, en situaciones de estancamiento económico como la que padece la Unión Europea.

España superó una aguda crisis económica precedida de tres devaluaciones, altas tasas de inflación, tipos de interés prohibitivos y enormes déficit públicos en poco más de tres años, gracias a que se esforzó en cumplir estrictamente las entonces “draconianas” exigencias del Pacto de Estabilidad. En plena recesión económica mundial, nuestro país sigue creciendo al 2%, y esto debería bastar como ejemplo de cómo hay que hacer las cosas... Aunque a Prodi y su corte de burócratas tardokeynesianos le parezca “estúpido”.

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