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Ricardo Medina Macías

Lula y su callejón sin salida

La propuesta económica de Lula requiere de una progresiva pérdida del poder adquisitivo de los brasileños. La triste paradoja es que son esos mismos asalariados y desempleados los que han sucumbido al discurso de un “nuevo modelo” que preconiza Lula.

El 31 de enero el real brasileño se cotizaba a 2,41 por dólar. Tras la victoria parcial de Luiz Inácio Lula da Silva se cotizó a 3,71 reales por dólar. Esa devaluación progresiva podría parecer compatible con el “nuevo modelo económico” que preconiza Lula en su propaganda. Un modelo que impulse las exportaciones y que proteja a los industriales nacionales de la competencia global.

Por supuesto, es sólo una engañosa apariencia. La depreciación ha hecho crecer el costo de la deuda externa de Brasil –superior a los 220 mil millones de dólares- y significa una pérdida real del poder adquisitivo de los brasileños, especialmente de los brasileños más pobres, aquellos que no pueden repercutir la depreciación de la moneda local en sus precios, ni reciben divisas por concepto de exportaciones.

Ya se sabe que una devaluación es igual a una disminución de los salarios reales en automático. Desde luego, este pequeño detalle no lo comenta la propaganda de Lula, ni ha sido señalado por los entusiastas simpatizantes de Lula que saludan su triunfo como si Brasil hubiese llegado a la tierra prometida por los profetas.

Lula promete proteger a los brasileños más pobres –más de 33 millones que viven en extrema pobreza con menos de 30 dólares al mes-, de “los efectos perversos de la globalización”. Se ve difícil, cuando en lo que va del año el precario ingreso de esos pobres ha caído alrededor de 35 por ciento, medido en dólares, a causa de la devaluación de la moneda brasileña.

Lula dice estar empeñado en disminuir la dependencia que sufre la economía brasileña del exterior. Para ello, tendrá que buscar mecanismos proteccionistas que reduzcan el déficit en cuenta corriente derivado del déficit comercial (importaciones menos exportaciones), ya que en teoría a un menor déficit en cuenta corriente menores necesidades de ahorro externo para cubrir la brecha entre las necesidades de inversión del país y el ahorro interno.

Sin embargo, la única manera de lograrlo es mediante el empobrecimiento del país; a través de un retroceso en el crecimiento del Producto Interno Bruto. Pero Lula ha prometido que Brasil regresará a la senda del crecimiento sostenido con tasas anuales de avance en el PIB de cinco por ciento o más. ¿Cómo? Nadie puede explicarlo.

En fin, el de Lula no es un “nuevo modelo” económico, es la misma pesadilla del keynesianismo trasnochado de hace 50 años expresada en un bonito lenguaje.

Es como la apariencia del propio Lula, quien cambió su imagen en julio pasado y hoy es un viejo obrero metalúrgico vestido con trajes de Armani.

Ricardo Medina Macías es analista político mexicano.

© AIPE

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