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Gary S. Becker

Los escándalos revelaron una economía fuerte

A pesar de repetidos traumas, la recesión fue suave, pero ahora una apurada ley reguladora de la gestión empresarial puede resultar perjudicial.

Los delitos empresariales en el 2002, que incluyeron trampas contables, información falsa y comportamiento poco ético por parte de algunos ejecutivos fueron vergonzosos para el empresariado norteamericano. Los europeos estaban encantados de que el capitalismo competitivo de Estados Unidos mostrara síntomas de inferioridad frente al de ellos. Tales escándalos fueron deplorables, pero en cierto modo demuestran la fortaleza de la economía de Estados Unidos.

El colapso de Enron, WorldCom, Global Crossing y otras grandes empresas afectaron las inversiones en acciones y al capital de riesgo, también involucraron por un tiempo a todo el sector financiero. Los inversionistas pronto se alejaron de las empresas culpables y de otras que no lo eran, pero que operaban en el mismo sector. Arthur Andersen, una de las más grandes y respetadas firmas auditoras del mundo, dejó de existir por las infracciones cometidas por unos pocos de sus empleados. Y la mayoría de los ejecutivos responsables de los fraudes se arruinaron por la dramática caída del valor de las acciones de las empresas que tan mal manejaron. Los cargos por delitos toman más tiempo en ir a juicio y los directivos de Enron y de otras compañías pueden terminar en la cárcel.

Las leyes vigentes y la respuesta de los mercados financieros parecen haber castigado debidamente a los malhechores empresariales. Muchas empresas han revisado sus controles y auditorías al darse cuenta cómo la bolsa castigó a otras y restringió su capacidad de endeudamiento.

Pero las empresas corruptas resultaron ser apenas una pequeña fracción de las aproximadamente 16 mil compañías cuyas acciones están inscritas en la bolsa. La gran mayoría respeta las reglas de administración, aunque algunas regulaciones contables son claramente arbitrarias.

Ante esa realidad, la nueva ley Sarbanes-Oxley sobre controles empresariales y contables parece precipitada y el apoyo del presidente Bush exagerado. Esta nueva ley impone comités de auditoría compuestos por personas ajenas a las directivas y a los ejecutivos principales los obliga a certificar personalmente que los informes contables reflejan exactamente los resultados financieros. También establece un cuerpo de Supervisión Contable Público con amplios poderes. Como Enron cumplía muchos de los requisitos de esta nueva ley, ella no hubiera evitado la debacle ocurrida en esa empresa.

Es más, un cuerpo supervisor exageradamente agresivo y la amenaza de acciones penales hará que los ejecutivos norteamericanos sean más cautelosos y menos flexibles. Como resultado, esa ley puede frenar las iniciativas de ejecutivos y empresarios, lo cual debilitaría las bases fundamentales del sector empresarial responsable de haber impulsado la economía americana muy por delante de la europea.

Una buena señal es la solidez de la economía, a pesar de los escándalos, de la fuerte caída de la bolsa, el colapso de la burbuja en el campo técnico y de telecomunicaciones, además del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001. Según la información oficial, la recesión comenzó en marzo de 2001, bastante antes del ataque a las torres gemelas y al desbarajuste de Enron, WorldCom, Tyco y otras empresas.

Pero la recesión ha sido suave y el PIB creció más de 4% en el tercer trimestre de 2002 versus poco más de 1% en el segundo trimestre. El desempleo alcanzó 6% y puede aumentar, pero no hace mucho se consideraba que el 6% de desempleo era pleno empleo.

La benignidad de la recesión se debe al crecimiento de la productividad a partir de 1995. Y aunque la productividad suele decaer durante las recesiones por el exceso de capacidad instalada, ha continuado creciendo. Y como la productividad se mide por el crecimiento de la producción total en relación a la mano de obra y al capital invertido, este impresionante rendimiento no es el resultado de trampas contables, de la burbuja del Internet ni de la sobrevaloración de las acciones.

Europa no ha tenido últimamente escándalos parecidos ni ataques terroristas, pero su economía ha sufrido aún más. Nuestra economía responde mejor porque menos regulaciones e impuestos más bajos la hacen más flexible y más productiva que la europea.

Sigo siendo optimista, pero me preocupa que la nueva legislación corporativa y contable lejos de ayudar haga daño a la eficiencia y al liderazgo mundial del sector empresarial de Estados Unidos.

Gary S. Becker, premio Nobel en 1992, es profesor de Economía de la Universidad de Chicago.

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