Menú
Mary Anastasia O´Grady

Salvemos a Argentina del FMI

California puede ser la Banana Republic de Estados Unidos, pero al menos no tiene que preocuparse que el Fondo Monetario Internacional acuda a su rescate. Así, los californianos pueden estar tranquilos porque el gobernador Gray Davis no les va a confiscar sus dólares ni a flotar un nuevo peso. Davis tampoco puede contar con un cargamento de dólares procedentes del FMI para tapar sus infames políticas. Esto puede sonar grotesco, pero no a los 37 millones de argentinos que han sufrido ese destino y no van a estar a salvo de la interferencia del FMI por bastante tiempo.

Hace pocos días, luego de una reunión con Roberto Lavagna, ministro argentino de Economía, el secretario del Tesoro John Snow afirmó que ese caso perdido suramericano está listo para otro rescate, esta vez para evitar que suspendan los pagos al FMI. Se rumora que el acuerdo cubrirá los 12.500 millones de dólares que Argentina tendría que pagarle al FMI en los próximos tres años, comenzando con 3 mil millones el 9 de septiembre. Esto puede ser una buena noticia para el presidente Néstor Kirchner, pero extremadamente dañino para la nación.

El Departamento del Tesoro de Bush debería analizar si más ayuda y más consejos del FMI acelerarán o retrasarán las reformas para lograr una moneda sana, bajos impuestos y más libre comercio. La evidencia indica que tales objetivos son más probables de alcanzar si el FMI se va permanentemente de Buenos Aires y si Estados Unidos adopta más bien una nueva estrategia en promoción de esas prioridades.

Al mantener al gobierno argentino conectado a un pulmón artificial, el gobierno de Bush demuestra irrespeto por la democracia argentina. Los reformistas argentinos serios ya confrontan grandes problemas con una arraigada élite política, especialmente con la maquinaria peronista. De hecho, algunos observadores creen que el ex presidente Duhalde logró que su candidato Kirchner desplazara a Ricardo López Murphy gracias al paquete logrado con el FMI a comienzos de año.

Otro rescate sería una traición por parte de George Bush, quien prometió revertir las dañinas políticas financieras internacionales de los clintonistas y, más bien, promover el sentido común y los valores estadounidenses en el extranjero.

Vale la pena repasar lo sucedido. Cuando a fines del 98 una recesión impactó a la pujante economía argentina, se redujeron las recaudaciones y aumentó el déficit fiscal. La respuesta oficial fue una serie de aumentos de impuestos a partir de comienzos de 2000. La recaudación estaba supuesta a subir y tanto el déficit como las tasas de interés a caer, saliendo así de la recesión. Ocurrió lo opuesto. A medida que empeoraba la situación, los gobernantes comenzaron a culpar a la convertibilidad del peso con el dólar (uno a uno), provocando temores de devaluación.

Se perdió la confianza y el temor de corridas bancarias condujo a la congelación de los depósitos, la cesación de pagos de la deuda extranjera y a una devaluación. En los meses siguientes, el gobierno confiscó dólares y rompió los contratos con las empresas privadas de servicios públicos, destruyendo los derechos de propiedad.

La dolarización hubiera logrado sacar a la Argentina de esa mortal espiral. En un estudio publicado en marzo de 2000 por los economistas Andrew Powell y Pablo Guidotti de la Universidad Torcuato di Tella, analizaron las fuentes y los costos de la incertidumbre respecto al peso, como también los beneficios en adoptar el dólar. Las ventajas hubieran sido considerables, pero esa clara evidencia a favor de una moneda sana fue aplastada por los teólogos de la flotación en Washington.

Como lo reportó en junio de este año el Comité Económico Conjunto del Congreso de Estados Unidos sobre la debacle, “los problemas de Argentina los crearon ellos mismos, pero el FMI cometió numerosos errores importantes”. El informe cita el apoyo del FMI a los aumentos de impuestos “para balancear el presupuesto” y su prejuicio a favor de la “devaluación del peso”, a la vez que se oponía a la dolarización.

Es verdad que la administración Bush hubiera podido intervenir en apoyo de una moneda sana, diciéndole a Argentina que dolarizara. Eso hubiera recibido apoyo argentino, incluyendo del presidente del Banco Central, Pedro Pou.

Ahora no se puede dar marcha atrás, pero sí se puede aprender del pasado. De nada sirve culpar a los argentinos de lo que fue en parte una calamidad patrocinada por Estados Unidos. Mejor es darse cuenta que la actual “recuperación” argentina no es más que el rebote de un gato muerto. La baja inflación, la estabilidad monetaria, crecimiento moderado y mejoras fiscales se han logrado a través del colapso de las importaciones, la devaluación y el moratorio de la deuda.

Se trata del regreso al modelo fracasado de industrialización con la sustitución de importaciones. Y lo peor es que el gobierno no tiene intenciones de cambiarlo. “El problema –me dijo Guidotti- es que el gobierno está posponiendo las reformas, creyendo que con el tiempo se volverá a crecer”.

El verdadero reto es confrontar la realidad que a raíz de la violación de los contratos basados en la relación peso-dólar desaparecieron las inversiones. “Las inversiones en Argentina han caído tanto (más del 50% con respecto a 1998) que ni siquiera compensan la depreciación”, mantiene Guidotti. “Por lo tanto, la producción ha caído a razón de más de 4% anual”. Esto significa que la recuperación no puede durar, a menos que se recuperen las inversiones. “Y la recuperación de inversiones requiere que el gobierno deje claro que el imperio de la ley no seguirá siendo socavado y las reformas requeridas pospuestas indefinidamente”.

Considerando que han logrado sobrevivir, los ingeniosos e inteligentes argentinos son capaces de lograr un vuelco positivo y Estados Unidos debe apoyarlos con la promesa de impedir otro rescate del FMI.

Mary Anastasia O’Grady es editora de la columna Las Américas del Wall Street Journal, diario que publicó originalmente este artículo y autorizó la traducción de © AIPE .

Temas

En Libre Mercado

    0
    comentarios