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EDITORIAL

España sigue creando empleo

Los últimos datos del INEM, correspondientes al pasado mes de noviembre, han vuelto a superar las previsiones más optimistas fijando un nuevo record: la cifra de afiliados a la Seguridad Social se acerca ya a los 17 millones, y a falta de un mes para acabar el año supera en medio millón el objetivo marcado por el Gobierno. Puesto que este nuevo récord de empleo coexiste con una influencia más bien negativa del sector exterior –nuestros principales socios comerciales luchan por salir del estancamiento–, sólo cabe atribuir estos resultados a la fortaleza y estabilidad de la economía española, que sigue creciendo al 2,4% impulsada casi exclusivamente por la demanda interna.
 
Como ya hemos señalado en otras ocasiones, hace apenas diez años la economía española sólo era capaz de crear nuevo empleo con tasas de crecimiento cercanas al 4% y en una coyuntura internacional favorable. Por lo tanto, la causa última de este “cambio estructural” hay que buscarla en la política económica que el Gobierno ha seguido en los últimos ocho años. La estabilidad cambiaria y los bajos tipos de interés del euro, combinados con las bajadas de impuestos, las privatizaciones, las liberalizaciones y también las reformas –excesivamente tímidas– del mercado laboral, han conseguido aflojar el corsé que durante casi treinta años había impedido la creación de empleo y el crecimiento de la economía, sin necesidad de incurrir en tensiones inflacionistas y sin recurrir al déficit presupuestario. Por tanto, una vez más hemos de felicitar al Gobierno por esta excelente cifra de empleo, fruto de una coherente y acertada política económica.
 
Bien es verdad, no obstante, que la cifra de desempleados ha vuelto a aumentar por tercer mes consecutivo, circunstancia que podría interpretarse como una señal de alarma. Sin embargo, es preciso tener en cuenta también que la población activa se ha incrementado en más de 800.000 personas en apenas año y medio. Y que la gran mayoría de esos nuevos demandantes de empleo proceden del capítulo de inactivos: es decir, del sector de población en edad laboral que había desistido de buscar empleo y que, ante la coyuntura favorable, entra en el mercado de trabajo. Esto, lejos de ser un factor negativo, constituye una excelente noticia: la tasa de empleo en los varones se acerca ya a la plena ocupación, y la mayoría de los nuevos puestos de trabajo que se crean –como indican los datos del INEM– los ocupan mujeres. Es decir, la mayoría de los inactivos que se incorporan al mercado de trabajo son mujeres, algo especialmente deseable si se tiene en cuenta que la tasa de desempleo femenino todavía supera en siete puntos a la de los varones.
 
Pero, aun a pesar de las buenas noticias, el Gobierno cometería un grave error si cayera en la autocomplacencia: la fortaleza del euro y la coyuntura recesiva internacional han contenido, de momento, las tensiones inflacionistas que, aparte del sector inmobiliario, ya empiezan a manifestarse en los precios de los bienes y servicios de consumo. La recuperación de la economía internacional –EEUU ya empieza a dar muestras de vigor– podría desatar fuertes tensiones inflacionistas, especialmente en esos sectores y dar origen a estrangulamientos en el sistema productivo que, a la larga, acabarían provocando el repunte de la inflación y del desempleo. Algunos sectores como el de la construcción, la hostelería y la agricultura intensiva ya sufren dificultades para encontrar mano de obra y han de recurrir a la inmigración.
 
Por ello, la inexplicablemente abortada reforma laboral, que habría introducido una mayor movilidad geográfica –uno de los factores que más necesita el mercado de trabajo español– y podría haber racionalizado el sistema del PER, era una pieza básica para seguir garantizando un crecimiento de la economía y del empleo sin tensiones ni desequilibrios macroeconómicos. Y a esto se une la necesidad de encontrar una fórmula más ágil y eficiente para los empresarios –especialmente los pequeños y medianos– que necesiten contratar inmigrantes sin necesidad de ir a buscarlos –como ocurre en muchos casos– a sus países de origen. De ello, y de la profundización en las acertadas políticas económica y fiscal, depende en muy buena medida que España logre aprovechar la recuperación de la economía internacional para llegar al pleno empleo.

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