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Emilio J. González

¿Qué programa?

El prestigioso semanario The Economist asegura en un informe dedicado a España que el PSOE llegó al poder con un programa económico imposible de cumplir. Si nos atenemos a la letra de las promesas electorales, efectivamente, la influyente revista británica tiene razón. Pero si acudimos a la realidad de los hechos desde que los socialistas llegaron al poder, la conclusión más bien es que carecen de programa. Y eso resulta muy inquietante para el mundo económico.
 
Hace unos días, el influyente diario económico Financial Times publicaba que el modelo de crecimiento económico español estaba agotado. Pero no hacía falta leer el ‘salmón’ más importante del mundo para llegar a esa conclusión. Los servicios de estudios de los bancos de negocios y casas de Bolsa españoles o instalados en nuestro país llevan tiempo haciendo esas mismas cuentas porque las necesitan para planificar sus inversiones. Y las conclusiones a las que llegan son muy similares. El impulso actual a la actividad productiva, derivado de las políticas de los ocho años de Gobierno del Partido Popular, está a punto de concluir. Es más, muchos de ellos le ponen fecha, concretamente en la primavera de 2005 o, como muy tarde, en el verano. Los expertos consideran que, a partir de ese momento, se acabará el diferencial de crecimiento de España con la Unión Europea para volver a lo de siempre, es decir, a que la expansión de la actividad productiva española se mueva en paralelo, y al mismo ritmo, que la de nuestros socios comunitarios.
 
En este contexto, el reto para el Gobierno socialista es articular todo un conjunto de medidas que permitan a la economía española mantener la situación actual, de manera que nuestro país continúe con el proceso de convergencia con la Unión Europea. Pero aquí empiezan los problemas. De las declaraciones de los responsables de la política económica del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero lo único que se deduce es que los socialistas carecen de planes para mantener el dinamismo de la actividad productiva más allá del que se derive de la propia naturaleza del ciclo económico. Por consiguiente, el escenario que prevén para los próximos años no incluye el retorno a las tasas de crecimiento de más del 4% que caracterizaron a la economía española entre 1997 y 2001, sino que éstas serán más modestas.
 
La primera consecuencia, si se cumplen estas previsiones, es que el proceso de creación de empleo va a desacelerarse. Pero ahora empieza a venir lo peor. Los mejores años de la economía española en los últimos tiempos han venido caracterizados por un escenario de reducción del déficit público y la inflación y, en consecuencia, de bajos tipos de interés, así como por todo un conjunto de reformas estructurales encaminadas a flexibilizar la economía que permitieron reducir el umbral de creación de empleo a crecimientos del PIB inferiores al 2%, cuando antes la economía española tenía que crecer por encima del 3% para poder reducir el paro. En estos momentos, en cambio, las cosas son distintas. Los tipos de interés, por un lado, ya no van a bajar más, sino todo lo contrario. El Banco Central Europeo se prepara para empezar a subirlos en la segunda mitad de este año o la primera del próximo. La inflación empieza a ser de nuevo una preocupación, a causa de la evolución registrada por el precio del petróleo en los últimos meses, las perspectivas de que en el futuro pueda seguir creciendo y los riesgos geopolíticos en Oriente Medio que podrían dar lugar a una situación de desabastecimiento. Y, por si no bastara con todo esto, el Gobierno acaba de reformar la ley de estabilidad presupuestaria para abrir las puertas a un mayor gasto público y un muy posible retorno al déficit que implicará más subidas de los tipos de interés para financiarlo. Todo ello aderezado, además, con propuestas como la del ministro de Industria, José Montilla, para reducir la libertad de horarios comerciales o las del titular de Trabajo, Jesús Caldera, para restar grados de flexibilidad necesaria en el mercado laboral que, en conjunto, acaban con el crecimiento a medio plazo y vuelven a disparar los tipos y el paro.
 
El PSOE, por tanto, no es que tenga un programa imposible de cumplir; es que no tiene programa económico y todo se hace en función de los intereses del partido o de los más particulares de algunos de sus barones, como los presidentes de Cataluña y Andalucía, Pasqual Maragall y Manuel Chaves, que una vez sí y otra también consiguen arrimar el ascua a su sardina en detrimento del resto del país. Con esta dura realidad no es extraño que los empresarios que acudieron el pasado martes al desayuno organizado por la Asociación para el Progreso de la Dirección con el director de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, Miguel Sebastián, salieran del mismo con caras largas y gesto de preocupación después de escuchar sus ideas económicas y sus respuestas al tema que más les inquietaba y por el que más preguntaron: el futuro de la estabilidad presupuestaria.

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