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EDITORIAL

Economía: las vacas gordas empiezan a adelgazar

Hace pocos meses el presidente de Libertad Digital, Alberto Recarte, hacía en estas páginas una breve reflexión sobre la soberbia herencia que el recién constituido Gobierno Zapatero recibía de sus predecesores. De las joyas de familia que legaba Aznar al nuevo Gobierno de la Nación quizá la más valiosa fuese, junto a la firmeza frente al terror etarra, ocho ejercicios económicos bendecidos por la sensatez, el tino y los números negros.
 
Sin embargo las vacas gordas, inauguradas allá por 1997, están empezando a perder peso, o al menos eso se deduce del último informe de coyuntura emitido por el Banco de España. La antigua autoridad monetaria española, hoy reconvertida en privilegiado gabinete de estudios y paraíso de economistas, ha confirmado que nuestra economía se está ralentizando. Poco a poco, sin hacer demasiado ruido, pero la trayectoria descendente no puede ocultarse. 
 
En palabras de los analistas que escudriñan los grandes números de la economía nacional frente a la madrileña Cibeles, las “principales variables macroeconómicas avanzan con una notable inercia”, pero que vislumbran unos primeros síntomas que, de verse avalados por los hechos, “modificarían la composición del crecimiento en los próximos meses”.
 
Detrás de tan alambicado y tecnocrático aserto no hay más que un toque de atención a lo que se nos puede venir encima en un lapso de tiempo menor del que imaginamos. En principio no hay motivo para que suenen las sirenas, pero ciertas variables fundamentales no se comportan de modo tan grato como lo han venido haciendo hasta la fecha. Llevado al lenguaje de la calle vendría a ser que los españoles no consumimos tanto, las exportaciones van de mal en peor y, para rematar la faena, todo indica que el Estado se va a poner morado a gastar en esta legislatura.
 
El “milagro” español de los noventa, que nos llevó de furgón de cola de la Unión Europea a modelo de referencia en apenas dos años, se fundamentó en aligerar el peso del Estado en la economía, en el inicio de algunas reformas inaplazables y en incentivar la acumulación de capital a través del ahorro y la inversión privadas. Nada más, y nada menos. A nuestra economía le hacía falta, casi agotado el modelo pergeñado en 1996, una segunda ronda de reformas dirigidas, entre otras cosas, a flexibilizar mercados como el de trabajo, que sigue siendo uno de los más rígidos del mundo.
 
No pudo ser. El programa económico con el que el PSOE se presentó a las elecciones,  –si bien no era de los de la línea socialdemócrata dura de nacionalizaciones y regulaciones por doquier– no invitaba al optimismo ni a esperar de él los cambios que la economía española, como economía moderna y plenamente integrada en Europa, necesita con relativa urgencia. Muy al contrario, desde el mes de abril todas las señales emitidas desde el Consejo de Ministros conducen sin remedio a considerar que por cada dos pasos adelante que dio el tándem Aznar–Rato, el ciempiés socialista da uno hacia atrás.
 
La política de gasto –social que dicen ellos sin esconder una sonrisa satisfecha– si bien obtiene algún rédito aislado en el corto plazo, es letal para cualquier economía si se deja el tiempo correr. Tuvimos ocasión de comprobarlo en los años del felipismo tardío, cuando nuestro índice de desempleo rozaba el 25% y el Estado no sabía de dónde sacar el dinero para financiar el déficit generado con ilusión por dos lustros largos de desbarajuste económico.  
 
Por de pronto, Solbes, al que tachan de liberal en algún que otro diario –permítannos la sonrisa–, ha dejado clara su intención de endeudarnos. El Estado volverá a la perniciosa práctica del déficit, eso sí, al final del “ciclo” Solbes ha asegurado que las cuentas cuadrarán. Alguien debería tomarse el trabajo de explicar a este buen hombre en qué consiste el ciclo económico, que, naturalmente, pasa muy lejos de ese “ciclo” que nos ha vendido como unidad de desarreglo para el gasto.
 
El ciclo económico; el bueno, no el solbense; pasa por un buen momento a pesar de los precios disparatados del barril de petróleo. Las principales economías del globo crecerán a conciencia este año, algunas de manera astronómica, como la china. Quizá sea un buen momento para coserse el agujero en el bolsillo y afrontar con entereza las imprescindibles reformas que nuestra economía está pidiendo desde hace tiempo. El problema es que para emprender este tipo de mudanzas hay que creérselas primero. Por desgracia, ni Solbes ni Zapatero han dado la más mínima muestra de fe, y la inercia de la que habla el informe del Banco de España no va a durar siempre.  

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