Menú
EDITORIAL

Desconfianza empresarial

El hecho es que, con el Gobierno o sin él, quizá la antaño célebre crisis económica se desperece y se levante de su largo sueño de ocho años.

La encuesta que trimestralmente elaboran las Cámaras de Comercio sobre Confianza Empresarial nos ha dejado un dato que viene a ensombrecer un terreno olvidado de nuestra política, tan olvidado que el españolito de a pie, a fuerza de recibir índices crecientes y datos para el optimismo, pensaba que sobre él siempre lucía el sol; la economía.
 
El Índice de Confianza Empresarial, el ICE, presentado el martes casi de puntillas, ha registrado su mínimo desde principios de 2003. El índice, que se prepara con entrevistas realizadas a 4.000 empresarios en activo no los que cabildean en cierta confederación de patronos, apunta que los empresarios españoles confían menos en el futuro de su empresa que hace tres meses, y mucho, muchísimo menos que hace un año.
 
La mayor parte de los entrevistados coinciden que han detectado un estancamiento en su actividad y no son optimistas en cuanto a crecimiento y contratación de cara a los próximos meses. Como muestra de ello no hay más que bucear en los resultados de la encuesta. Un 43% de ellos, casi la mitad, no facturó más durante los últimos tres meses, mientras que el 27%, casi un tercio, facturó menos, es decir, metió menos dinero en la caja. Sólo uno de cada tres ha confesado crecer en los últimos meses, un porcentaje pequeño y que da fe por sí solo del desamparo que algunos empiezan a sentir.
 
Por lo que respecta futuro, los empresarios no se han mostrado más confiados que haciendo balance de los tres meses pasados, que, y no es casualidad, coinciden con los cien primeros días de triunfante Gobierno ZP. Un 86,7%, esto es, una mayoría aplastante, no tiene previsto contratar empleados. A esto hay que añadirle que otro 5,4% va a tener que despedir porque no puede mantener la plantilla actual. Agregando ambos porcentajes obtenemos el descorazonador dato de que, a la vuelta del verano, sólo el 8% de las empresas tienen planificado aumentar su número de trabajadores.
 
Teniendo en cuenta que la empresa privada es el corazón del sistema y la creadora de riqueza, empleo y prosperidad, constatar que ni una de cada diez va a arriesgarse a ampliar su plantilla la próxima temporada da que pensar. Nada bueno, por cierto. Si una mayoría de gestores consideran que en el futuro van a vender menos y por tanto no contratarán personal, o directamente se desharán de él, significa que el mañana lo ven un tanto incierto. Como las empresas no son un señor grueso ataviado con una chistera y un habano, sino el lugar donde se ganan la vida y el plato de la comida todos los españoles que no están a sueldo del Estado, si para ellas el futuro es mudable, para las decenas de ciudadanos que trabajan en ellas también.    
 
Los empresarios han culpado mayoritariamente a la demanda como causa de sus males, que, nos guste o no, son los de todos. Nuestra economía ha tirado fuerte hasta la fecha porque los españoles consumimos a placer, y eso es bueno. Consumir no es derrochar sino asignar una parte de la renta a dotarnos de bienes y contratar servicios. Pero el consumo es la otra cara de la confianza en el futuro. Una familia, por ejemplo, jamás pediría una hipoteca si tiene el más mínimo temor a no poder satisfacer sus cuotas. Cuando la demanda decae es que en el panorama económico pintan bastos. Lo que vale para los ciudadanos particulares vale para los empresarios. Y viceversa.
 
Desde el Gobierno no se ha hecho público siquiera un sucinto comentario sobre los poco halagüeños datos del ICE. Quizá no hayan encontrado un segundo metidos como están hasta el cuello en demostrar que el PP es el responsable de la carestía del crudo. Quizá anden turulatos aún por el órdago escurialense del compañero Maragall. El hecho es que, con el Gobierno o sin él, quizá la antaño célebre crisis económica se desperece y se levante de su largo sueño de ocho años.
 
Para el que quiera oírlas, las alertas ya están sonando. No cabe el manido recurso a la situación internacional, cuando el mismo índice de confianza en Europa ha subido 7 puntos y cuando Alan Greenspan acaba de dar a los tipos una subida de un cuarto de punto, señal inequívoca de que la economía norteamericana en lugar de enfriarse, como esperan algunos de cara a las elecciones de noviembre, tiene visos de engranar la quinta velocidad. Lo de agarrarse al precio del petróleo es muy sugestivo, pero el que va mucho con el cántaro a la fuente termina rompiendo el cántaro.  

En Libre Mercado

    0
    comentarios