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EDITORIAL

Sindicatos responsables ante una fusión modélica

Apreciaciones como esta no suelen hacerse entre nuestros sindicalistas "de clase", personajes salidos de otra época que, en una economía en movimiento, siguen con el reloj parado.

Para los que, en temas laborales, creen que la cooperación es mejor que el enfrentamiento, la nota que ha hecho pública hoy el Santander Central Hispano es una excelente noticia. El banco presidido por Emilio Botín ha devuelto la cortesía a los sindicatos del Abbey National asegurando que, si termina produciéndose la anunciada fusión, sólo prescindirá de 3.000 empleos en su plan de ajuste. Además, y por si esto no fuese de por sí bienvenido por unos sindicatos que se esperaban algo mucho peor, Botín ha mostrado su intención de regalar 100 acciones de la nueva entidad a cada uno de los trabajadores del banco británico.
 
El pasado día 13, bajo los auspicios de la Union Network International, el principal sindicato de Abbey National Bank llegó a un principio de acuerdo con el Santander en el que no ocultaba su preferencia por el banco español como primero de los candidatos. Y no es para menos. La oferta de los españoles es, por decirlo de un modo suave, irresistible para un sindicato de verdad, uno de esos que no se estilan por nuestras latitudes y que pone más celo en la defensa de sus afiliados que en rancios planteamientos cuya factura la pagan siempre los mismos: los trabajadores
 
Del proceder del Abbey National Group Union (ANGU), sindicato mayoritario del sexto banco británico, deberían aprender las lumbreras que marcan la derrota del sindicalismo español. Con más pena que gloria dicho sea de paso. Lo óptimo hubiese sido que no perdiese ningún empleo, que el Abbey mantuviese intacta su plantilla de 26.000 personas. Sin embargo eso no es posible. El banco no atraviesa un momento dulce y debe someterse a algunas reformas como, por ejemplo, ser absorbido por una entidad más grande y solvente que garantice su supervivencia. Esto los sindicatos británicos lo saben, y el sindicato del banco, el ANGU, también. Así las cosas, antes de dejarse llevar por la desesperanza y sacar a la gente a la calle, como muy probablemente sucedería aquí, los responsables del sindicato han optado, con una lógica aplastante, por la cura que menos sacrificios pide a la plantilla. La fusión con el Santander supone 3.000 empleos, si se produce con, por ejemplo, el británico HBOS, está cifra se elevaría hasta los 10.000. El ANGU es, definitivamente, tan prudente como realista.
 
Los banqueros no son, a pesar de las caricaturas con las que El Roto nos obsequia en El País, esos señores gruesos con chistera que fuman habanos, sino gente de carne y hueso dedicada a hacer del negocio bancario algo rentable para sus accionistas y útil para la sociedad. Botín no es una excepción sino todo lo contrario. El más representativo de nuestros banqueros ha sabido recompensar la buena disposición del sindicato del Abbey haciéndole una oferta sensata y encaminada a beneficiar a las tres partes a quienes la fusión toca de cerca: accionistas, clientes y empleados. La prosperidad de una empresa es la suma de la satisfacción de esas tres partes y no sólo la de la última como quieren hacernos ver desde nuestras centrales sindicales.
 
Quizá para muchos de nuestros sindicalistas de barba y pancarta, anclados en el marxismo y en la quimera de la huelga general como pócima para remediar cualquier problema de orden laboral, este acuerdo les haya pillado con el paso de baile cambiado. Y es natural, de la acampada de Sintel en la Castellana al acuerdo que ha llegado el Santander y el ANGU en Barcelona hay un trecho, hoy por hoy, demasiado largo como para que entiendan en que consiste eso del diálogo entre empresa y sindicato. Si uno cede el otro ha de hacerlo también. Las posiciones maximalistas y los programas sindicales antediluvianos basados en el cerrojazo a las regulaciones de plantilla no tienen el menor sentido, y dan muestra de la miopía en la que se encuentra una parte considerable del sindicalismo europeo.
 
Si la fusión se produce, en el corto plazo, elAbbeyperderá 3.000 empleados, eso es innegable, pero con el recorte Botín ha ofrecido la receta para hacer delAbbeyuna entidad rentable y puntera, especialmente en el apartado de sistemas informáticos. Los bancos rentables, los que remuneran a sus accionistas y fidelizan a sus clientes, suelen crecer y con ello contratar a más personal. El Santander es un ejemplo, desde que inició su expansión no ha dejado de incorporar profesionales a su ya numerosa plantilla. Apreciaciones como esta no suelen hacerse entre nuestros sindicalistas "de clase", personajes salidos de otra época que, en una economía en movimiento, siguen con el reloj parado.

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