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Luis Pazos

Alcoholismo y déficit

El déficit presupuestario, un gasto público por encima de los ingresos propios del gobierno, tiene una historia parecida al alcohol. Es un antidepresivo económico

El antidepresivo más antiguo es el alcohol. Desde tiempos inmemoriales el hombre utiliza el licor en diferentes modalidades para superar o sobrellevar la soledad, la angustia, la frustración, los miedos, los traumas, las inseguridades, las dificultades sexuales y las financieras.
 
El licor, como antidepresivo, sólo ayuda a disfrazar los problemas y posteriormente se convierte en el principal conflicto de quien trató de solucionar sus males con la bebida. El alcohólico termina sólo, inservible sexualmente, sin trabajo ni patrimonio. A pesar de esas evidencias, constatadas por millones, hay muchos que piensan que pueden utilizar y dosificar la bebida, como si fuera una medicina para combatir sus problemas.
 
El déficit presupuestario, un gasto público por encima de los ingresos propios del gobierno, tiene una historia parecida al alcohol. Es un antidepresivo económico. A corto plazo disfraza el desempleo, la pobreza, el bajo crecimiento y da la sensación, al igual que el alcohol en sus primeras etapas, de superar la recesión o depresión. Pero posteriormente llegan los efectos perversos o la resaca al día siguiente de la borrachera: inflación con desempleo, devaluaciones, aumentos en los intereses, salidas de capitales y crisis. Hay quienes toman dosis mayores para adelantarse a las caídas. Las etapas de euforias y crisis se vuelven crónicas y se salen de control, aunque quien usa esas drogas generalmente alega que las puede dominar.
 
Las emisiones monetarias y los endeudamientos para cubrir los déficit generan aumentos de precios que hacen añicos los salarios y los ahorros de la mayoría de los ciudadanos de la clase media y humilde, en cuyo nombre muchos gobernantes se inician en el camino del déficit. No hay en la historia ningún ejemplo de alguien que haya superado sus problemas personales con el alcohol. Tampoco existe el caso de un país que haya vencido la miseria, creado más empleos permanentes o reducido las diferencias de ingresos por la vía del déficit presupuestario.
 
Aunque esas drogas pueden ayudar a ganar a corto plazo popularidad, una elección o a pasar una buena noche de juerga, los efectos negativos superan con creces los efímeros auges alcanzados. Los estímulos temporales del alcohol y del déficit, además de engendrar graves desequilibrios al cuerpo humano y al país, terminan en trágica adicción.
 
© AIPE
 
Luis Pazos, es Director del Centro de Investigaciones sobre la Libre Empresa.

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