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Ricardo Medina Macías

Deuda pública y populismo

Hay un signo inequívoco para detectar el populismo más allá de extravagancias retóricas: la irresponsabilidad fiscal.

Las democracias se enferman de populismo cuando los políticos hacen gala de irresponsabilidad fiscal, apoyados por los grupos de interés y de presión.
 
Hay un signo inequívoco para detectar el populismo más allá de extravagancias retóricas: la irresponsabilidad fiscal. Y hay un terreno de observación privilegiado para detectar a los populistas: en la elaboración y en el ejercicio de los presupuestos públicos.
 
En este sentido, y a falta de candados constitucionales que impidan el financiamiento de caprichosas ampliaciones presupuestarias mediante deuda pública, los ciudadanos deberíamos calificar y sancionar –con el poder del voto– la irresponsabilidad fiscal de gobiernos y legisladores.
 
Es sabido que en las democracias existe una proclividad a generar déficit fiscales –endeudamiento público– por parte de los políticos en competencia. La cuerda del gasto parecería que se puede estirar indefinidamente porque el financiamiento de ese gasto –mediante deuda– no lo "sienten" de inmediato los electores ni en sus bolsillos, ni en la provisión de servicios públicos.
 
De ahí que en las últimas décadas se haya propuesto, por parte de académicos y observadores responsables, introducir candados constitucionales que impidan la generación o el crecimiento del déficit fiscal y obliguen a los Congresos a cumplir, sin excusa, con la regla de oro de una hacienda pública sana: no debe autorizarse ningún gasto que no tenga una fuente de financiamiento no deficitaria.
 
Una de las mayores perversiones políticas en la discusión y aprobación de los presupuestos públicos lo constituyen las deudas ocultas a la sociedad, que son aquellas generadas por quien se empeñó en asignar determinado gasto (generalmente para complacer a un grupo de interés o de presión y a cambio de apoyos electorales) sin siquiera preocuparse por hacerlo compatible con los ingresos disponibles. Es claro que tal gasto sólo podrá cumplirse recurriendo a una mayor deuda, aunque el promotor del gasto lo oculte.
 
Otra forma perversa de generar deudas públicas consiste en la manipulación veleidosa y antojadiza de las variables macroeconómicas sin reconocer que un movimiento en la variable "x" –digamos, precios del petróleo– generará alteraciones en otras variables "y" o "z" –como las tasas de interés previsibles o los costos más elevados de la energía. Del mismo modo, la irresponsabilidad fiscal es manifiesta cuando se desvinculan en partidas específicas los ingresos de los egresos: si un gasto de tanto en mejorar registros tributarios generará tres tantos más en recaudación, sólo un insensato puede creer que se puede alterar la ecuación y esperar que con un gasto de medio tanto se seguirán generando los tres tantos previstos originalmente. Pero esos insensatos abundan y tienen poder para plasmar en leyes sus idioteces.
 
Ante la irresponsabilidad fiscal podría parecer que los ciudadanos estamos indefensos. No lo estaríamos si las agendas informativas de muchos medios de comunicación no estuviesen llenas de frivolidades, errores, imprecisiones. No lo estaríamos si tuviésemos memoria y les cobrásemos la factura en las urnas a los políticos y a los partidos que han hecho gala de irresponsabilidad fiscal.
 
© AIPE
 
Ricardo Medina Macías es analista político mexicano

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