José Saramago insistió en la ficción conforme a la cual la política es débil frente a la economía: "¿cómo podemos seguir hablando de democracia si no tenemos los instrumentos para controlar a ese poder?".
Los Estados siguen siendo los monopolizadores de la violencia legítima, y son capaces de controlar y de hecho controlan a las empresas. Si no lo hacen hasta en el último detalle, si no las expropian totalmente –¿aplaudiría el Nobel portugués?- no es porque no puedan sino porque temen que ello redunde en menoscabo de su legitimidad. Tienen, así, todos los "instrumentos" que según Saramago no existen.
Y según Joan-Pere Viladecans no existe el consumidor racional: "Desde la televisión no tratan al ciudadano como tal, lo tratan como un cliente, o como si fuese un ser excepcionalmente imbécil. Son como aquellos malos tenderos que venden un género que es malo pero, si se lo compran…".