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Álvaro Bardón

Subdesarrollo y entontecimiento

Los pensadores inteligentes decían que los impuestos excesivos legitimaban sublevarse contra el monarca.

Los impuestos son un robo. Es obvio: le quitan su ingreso por la fuerza. Es cierto que el robo clásico lo hacen delincuentes a los que usted puede enfrentar, lo que no es una opción cuando quienes le quitan su dinero son los gobernantes y políticos. Estos nos van arrebatando con los impuestos la libertad, un derecho humano que parece no importarles. Así limitan nuestra creatividad y emprendimiento hasta que el progreso se paraliza, ya que éste lo logra la gente interactuando. ¿Será necesario demostrarlo, luego del reiterado fracaso económico, social y político del "Estado grande" en el siglo pasado?

Reagan dijo de la política: "Es la segunda profesión más antigua de la Tierra, muy parecida a la primera". Y Todd G. Buchholz observa: "Esta mañana tuve una sorpresa mayúscula: vi a un político metiendo las manos en sus propios bolsillos". ¿Y para qué sacarnos el dinero? Dirán que para hacer obras públicas y conseguir equidad. ¿Conoce un caso de igualdad, sin que todos terminen muertos de hambre y en dictadura?

En realidad, la pobreza se derrota con el desarrollo que hacen los hombres libres, con impuestos bajos para financiar un "estado con minúscula", que garantice los derechos del hombre, su libertad y seguridad, mediante un eficiente Poder Judicial y una institucionalidad que haga cumplir los contratos. Agregue las obras públicas que quiera y los apoyos a los pobres que desee, pero, claro, con bonos a su demanda e incentivos tributarios para la beneficencia.

Bajo la provisión directa de servicios por el Estado el dinero sólo llega marginalmente a los pobres. El grueso se queda en clientes de los políticos, burocracias, grupos gremiales de poder, contratos de favor y una ineficiencia de miedo. Y también en los ricos, como ocurre con la inflación pagada por los pobres.

Los impuestos distorsionan el sistema de precios y afectan nuestra competitividad, causando malas decisiones y mal uso de los recursos, menos desarrollo y empleo, y más pobreza. Además, financian instituciones e inspectores potencialmente corrompibles, que prohíben o encarecen el emprendimiento popular.

Hace como un siglo que nos engañan con el gasto social y los mayores tributos. ¿Y dónde estamos? En distribución donde mismo, aunque la pobreza se ha reducido, pero por el desarrollo a partir de haber dejado en Chile la economía libre y abierta hace unos 30 años. Si se redujeran los impuestos, casi todos regresivos, y los cientos de regulaciones, en especial laborales, daríamos un gran salto y mejoraría la distribución. Pero ésta no es la moda, y nuestros intelectuales —economistas incluidos (quizás la tercera profesión más antigua)— se alejan de la libertad y de las reformas características de las economías emergentes. De estas últimas sólo miran los efectos (innovación, computadores, inventos), pero no las políticas de libertad, apertura y menores impuestos que los generaron. Es como hace un siglo, cuando predicaban el proteccionismo y el Estado fomentador para tener industrias y máquinas, que era lo que veían en los países desarrollados.

¿Seguiremos aumentando los impuestos y regulaciones, para "innovar" y hacer nuevas redes sociales? Los pensadores inteligentes decían que los impuestos excesivos legitimaban sublevarse contra el monarca. Y está claro que el Estado grande aliena y entontece a la gente.

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