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EDITORIAL

Un hombre honrado pone en apuros al poder

Alguien que ya ha renunciado a su cargo no tiene gran cosa que perder aparte de su autoestima y su imagen pública. Y no parece que el presidente de la CNMV esté dispuesto a sacrificarlas por el mismo Gobierno cuya interferencia le ha obligado a dimitir.

Para desgracia del Gobierno, parece ahora claro que Manuel Conthe no va a echarse atrás en su intención de comparecer. Por mucho que Pedro Solbes, que al contrario que muchos compañeros de gabinete saber perfectamente la gravedad que tiene semejante interferencia gubernamental en un órgano regulador, se empeñe en intentar que dimita antes de dar explicaciones, alguien que ya ha renunciado a su cargo no tiene gran cosa que perder aparte de su autoestima y su imagen pública. Y no parece que el presidente de la CNMV esté dispuesto a sacrificarlas por el mismo Gobierno cuya interferencia en el mercado y en el propio organismo "independiente" le ha obligado a dimitir.

Por supuesto, en el programa socialista de 2004, en el que había promesas de todo tipo, incluyendo aquellas de las 180.000 viviendas públicas al año, también estaba incluida la Comisión Nacional del Mercado de Valores. En concreto, prometía garantizar "la neutralidad política y la imparcialidad" del organismo, renunciando al "monopolio gubernamental en el nombramiento de sus miembros directivos" y –atención, que ahora llega lo mejor– "reforzando los mecanismos de control parlamentario directo". Pues bien, en cuanto alguien en la CNMV ha intentado ser "imparcial" y eludir el "monopolio gubernamental", todo el empeño del Ejecutivo se ha centrado en evitar el "control parlamentario directo".

Parece que los estrategas socialistas han decidido que la cercanía de la comparecencia de Conthe con las elecciones municipales no tiene tanta importancia como las facilidades que el retraso puede otorgar a la OPA de Enel y Acciona, a quienes están dispuestos a favorecer con el mismo ahínco con que antes lo hicieron con Gas Natural. El cumplimiento del Pacto del Tinell parece tener para Zapatero el mismo peso que la venganza personal contra Manuel Pizarro por haber frustrado la OPA de la empresa catalana. Es lo propio de un régimen personalista como el que dirige.

Quizá lo que resulta más digno de reseñar en todo este culebrón es que, frente al poder político, siempre se puede plantar cara. Todos recordamos la resistencia de Grande Marlaska a permitir que la justicia dejara de actuar ante ETA. En el ataque a Endesa, Pizarro se ha defendido durante meses cuando nadie daba ya un duro por él. Ahora lo hace Manuel Conthe, dejando al todopoderoso Ejecutivo, como quien dice, con el culo al aire. Estos hombres no sólo han logrado poner freno al Gobierno socialista, sino que nos han permitido albergar la esperanza de que España pueda recuperarse del paso del Atila que se aloja actualmente en Moncloa.

En Libre Mercado

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