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Thomas Sowell

"Soluciones" políticas

Eso sí, una vez los políticos han creado el desastre, se proclaman como los héroes que acuden al rescate.

Es notable cuántas "soluciones" políticas que se proponen hoy en día se ocupan de problemas creados por "soluciones" políticas anteriores. Tres ejemplos que me vienen inmediatamente a la mente son la crisis del mercado inmobiliario, los incendios del sur de California y la escasez de agua en el oeste.

El Congreso y la administración Bush están actualmente compitiendo por ponerle solución a la crisis inmobiliaria, provocada por los innumerables impagos de préstamos hipotecarios, especialmente los de aquellos que contrataron una hipoteca de riesgo o subprime. Pero, ¿por qué hubo tantas personas que pidieron esos créditos de riesgo? ¿Y por qué los bancos se mostraron dispuestos a prestarles el dinero? En ambos casos, el Estado fue la causa fundamental.

Mucha gente tuvo que recurrir a las hipotecas de riesgo porque los precios de la vivienda eran tan altos que esa era la única manera en que podían comprar una casa. Allí donde los precios de la vivienda eran más elevados, más personas recurrían a esos préstamos. En la zona de la bahía de San Francisco, el lugar con los precios más altos de todo el país, los préstamos de riesgo de interés variable pasaron de ser el 11% de todas las hipotecas nuevas en el 2002 al 66% en el 2005. Todos los estudios realizados han demostrado que los precios de la vivienda son más altos allí donde las restricciones gubernamentales a la construcción son más severas. Esa es la desagradable consecuencia de hermosas palabras como "espacios abiertos".

¿Y por qué prestaban los bancos a personas cuya probabilidad de poder devolver los préstamos se encontraba por debajo de la media? Las leyes y políticas del Estado, especialmente la Ley de Reinversión en la Comunidad, presionaron a los prestatarios a arriesgarse con personas y lugares en los que de lo contrario no invertirían. El Gobierno también puso temporalmente los tipos de interés tan bajos que hicieron parecer baratas las hipotecas en aquel momento. Eso sí, una vez los políticos han creado el desastre, se proclaman como los héroes que acuden al rescate.

En cuanto a las llamas que arrasan el sur de California, trágico como es semejante suceso, no deja de ser algo que ha sucedido una y otra vez antes en los mismos lugares y en el mismo periodo del año, al igual que pasa con los huracanes. Entonces, ¿por qué la gente se arriesga a construir residencias multimillonarias en los recorridos habituales y conocidos de los incendios forestales? Pues por el mismo motivo por el que muchos eligen vivir en lugares donde se sabe que tarde o temprano pasará un huracán. Porque será el Gobierno –es decir, al contribuyente– el que tenga que cargar con el muerto de buena parte de los costes de intentar prevenir esos peligros y los de la reconstrucción.

¿Por qué existe tan enorme cantidad de vegetación inflamable sobre una zona tan amplia de modo que los incendios pueden llegar a alcanzar proporciones imparables para cuando llegan a los lugares en los que vive la gente? Porque los "espacios abiertos" se han convertido en una vaca sagrada inmune al debate racional. Las mismas severas restricciones gubernamentales a las nuevas construcciones que disparan los precios de la vivienda también provocan la existencia de enormes áreas en las que no hay nada más que árboles y arbustos. En una región donde puede no llover durante meses, eso es peligroso.

Pero no importa cuántos "espacios abiertos" haya, que nunca es suficiente para los extremistas del medio ambiente, especialistas en crear problemas políticos si se permite a cualquiera interrumpir con edificios esos kilómetros y kilómetros de combustible para el fuego, pese a que el pavimento y la mampostería no arden. En otras palabras, el Estado perpetúa las condiciones para que se produzcan los incendios forestales y subvenciona a las personas que viven en las cercanías de donde se sabe que tendrán lugar.

En cuanto a la escasez de agua, es tan endémica en California como los incendios forestales. Pero cuando un economista se entera de la existencia de una escasez que persiste durante años, la primera pregunta que viene a la mente es: ¿por qué no se eleva el precio hasta que la oferta y la demanda se equilibren? Si cree que la respuesta es el Estado, es que ya va aprendiendo la lección.

Los proyectos hídricos del Gobierno federal proporcionan gran parte del agua consumida en California para hacer florecer la agricultura en lo que de otra manera sería un desierto. El Gobierno vende esta agua a los agricultores a precios artificialmente inferiores al precio de proporcionarla y a una pequeña fracción de lo que la gente paga por ella en Los Angeles o San Francisco.

¿Es acaso noticia a estas alturas que la gente desperdicie aquello que obtiene barato? Lleva siglos sucediendo. Pero ninguna de las "soluciones" políticas para el racionamiento drástico tocará los precios baratos del agua que llevan a los agricultores a dedicarse a cultivos que requieren de enormes cantidades de agua en lo que sigue siendo un desierto.

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