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EDITORIAL

Almunia y la crisis que viene

Llegó la hora de apretarse el cinturón y de encarar con responsabilidad y sensatez lo que ya casi tenemos encima. El Gobierno, por el contrario, persiste en lo suyo, es decir, en creer y hacer creer que estamos como en 2004

Hay que estar muy ciego –o muy mal informado– para no darse cuenta de que la economía española se desliza ya de un modo irremediable por la pendiente de la recesión. Los excesos del Gobierno tirando de chequera, la expansión crediticia en torno a la vivienda y al consumo privado y una política económica ayuna en reformas imprescindibles para mantener el tipo en un mundo globalizado y turbulento nos avocan a lo inevitable. Así lo ve la OCDE, que ni gana ni pierde diciendo lo que ve, y así lo confirma la Unión Europea. Joaquín Almunia, comisario de Asuntos Económicos Monetarios, es socialista sí, y español también, pero, debido al cargo que ostenta, no puede dejar de advertir a nuestro Gobierno los riesgos que se ciernen sobre la quinta economía de Europa en un futuro inmediato.

Las previsiones de crecimiento para 2008 hechas por Solbes sitúan el incremento del PIB en un 3,8%. Bienintencionado, electoralista pero irreal, como casi todo en la España de Zapatero. Ni nuestra economía, donde las inversiones están empezando a detenerse por falta de crédito, ni la economía global, sometida al ciclo alcista de las materias primas y a problemas de calado en Estados Unidos, están para demasiadas fiestas. Almunia, con delicadeza y preocupándose de hacer el menor ruido posible para no estropear la precampaña a su jefe de partido, ha rebajado esa cifra alertando a nuestras autoridades económicas del coste que la crisis de 2008 tendrá sobre una economía tan expuesta como la española.

Llegó pues la hora de apretarse el cinturón y de encarar con responsabilidad y sensatez lo que ya casi tenemos encima. El Gobierno, por el contrario, persiste en lo suyo, es decir, en creer y hacer creer que estamos como en 2004. Los presupuestos del año próximo son la muestra más palpable de esta obcecación que consiste, básicamente, en hacer bueno el refrán de pan para hoy y hambre para mañana.

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