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Thomas Sowell

El paquete de estímulo y los fallos del Estado

El hecho de que el mercado no esté haciendo lo que nos gustaría que hiciera no es motivo para asumir automáticamente que el Estado lo haría mejor.

Ambos partidos parecen haber decidido que el Gobierno federal debe crear un "paquete de estímulo" consistente en medidas diseñadas para amortiguar el descenso en la actividad económica.

Eso debería bastar para hacernos recordar que los detalles lo son todo. Porque las políticas de consenso son con frecuencia el doble de malas que las partidistas. Una política consensuada prácticamente garantiza que la intervención constará de un acopio de medidas inconsistentes reunidas con el fin de obtener los votos de personas con ideas contradictorias sobre lo que se debería hacer.

La idea de un paquete de estímulo se basa en la noción general de que hay cosas que el Estado podría hacer para mejorar las cosas en la economía. Lamentablemente, existe una enorme diferencia entre lo que el Estado podría hacer y lo que es probable que haga.

Los economistas podrán darle toda suerte de escenarios en los que la intervención gubernamental podría mejorar las cosas, ya sea combatiendo una recesión, regulando los mercados nacionales o controlando el comercio internacional. Algunas personas creen incluso que el Estado tiene que intervenir siempre que se produzca un "fallo del mercado".

Por supuesto que los mercados pueden fallar. Todo ser humano puede fallar. Pero si el base Alex Rodríguez es eliminado, ¿lo manda su equipo, los Yankees, al banquillo, y envía a un bateador en su lugar? Nadie soñaría con sugerir algo así. Somos mucho más racionales cuando discutimos sobre deportes que cuando debatimos sobre política.

El hecho de que el mercado no esté haciendo lo que nos gustaría que hiciera no es motivo para asumir automáticamente que el Estado lo haría mejor. Hay demasiados ejemplos de intervenciones gubernamentales que empeoraron las cosas, siendo la Gran Depresión de los años 30 el más trágico.

A los izquierdistas les encanta creer que el desplome de la Bolsa en 1929 demostró el fracaso del libre mercado y que las intervenciones del New Deal en los años 30 evitaron la catástrofe. Sin embargo, la gran caída de la bolsa en 1987 fue igual de honda y Ronald Reagan se opuso a los sonoros llamamientos a intervenir. El resultado no fue otra Gran Depresión, sino el inicio de un período de prosperidad que duró décadas.

Antes de que llegaran los presidentes Herbert Hoover y Franklin D. Roosevelt, nadie esperaba que el Gobierno federal interviniese cuando la bolsa se desplomaba o cuando tenía lugar un descenso en la actividad económica. Los anteriores descensos bursátiles y crisis económicas se solucionaron por sí mismos más rápida y menos dolorosamente que la Gran Depresión de los años 30, tal y como ocurrió en la crisis de 1987.

El historial de la intervención del Estado impresiona mucho menos que su retórica. Uno de sus mayores problemas es que con frecuencia los políticos no poseen ni el conocimiento ni los incentivos para actuar en el momento apropiado. Bruce Bartlett ha señalado que la mayor parte de las intervenciones estatales durante las crisis económicas llegan demasiado tarde. El problema que se intentaba resolver ya se ha solucionado solo y la intervención puede crear problemas nuevos. Y lo que es más fundamental: los mercados se reajustan por sí mismos por una razón: la gente paga un precio por sus errores y sus fallos de juicio, mientras que las intervenciones estatales se basan normalmente en intentar impedir que las personas paguen ese precio.

Los que se endeudaron hasta las cejas para comprar una casa que no se podían permitir son ahora presentados como víctimas de un mercado sin escrúpulos o de prestamistas embusteros. Apenas hace unos cuantos años, estas mismas personas también ganaban dinero a espuertas en un mercado inmobiliario desbocado. Pero ahora, cuando muchos se han visto atrapados en los altibajos que los mercados atraviesan desde hace siglos, se supone que el Estado ha de rescatarlos.

Resolver los problemas a corto plazo, especialmente en año electoral, conlleva a menudo la creación de problemas a largo plazo. Inyectar dinero en la economía puede ayudar a la resolución de muchos problemas, pero no se sorprenda si también conduce a presiones inflacionistas y genera repercusiones financieras en todo el mundo.

En Libre Mercado

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