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José García Domínguez

Solbes y su cinturón de castidad consumista

Ahora toca que "todos nos apretemos el cinturón". Y aún dictamina más el prócer. A saber, que en esa penitencia de las carnes constreñidas, el cinto prieto e impasible el ademán no hemos de incurrir porque sí, sino por \"solidaridad\".

A modo de ritual ceremonia de sometimiento a los dioses del lugar común, el prejuicio gárrulo y el latiguillo periodístico, prescribe Solbes que ante la galopante desaceleración del crecimiento con ajuste importante o el importante ajuste galopante del crecimiento desacelerado o la desaceleración ajustada del importante crecimiento galopante, que tanto monta con tal de no llamar crisis a la crisis, ahora toca que "todos nos apretemos el cinturón". Y aún dictamina más el prócer. A saber, que en esa penitencia de las carnes constreñidas, el cinto prieto e impasible el ademán no hemos de incurrir porque sí, sino por "solidaridad".

En fin, que uno lo escucha y le suena como si perogrullada tan prosaica y manida como la del cordón bien atado a la barriga significara algo. Y es que uno, a pasar de venir del oficio, también tiende a olvidar el sabio aviso a navegantes que reitera el profesor Francisco Cabrillo en Grandes errores en economía: "Insistir en utilizar un lenguaje preciso no es una manía de economista pelmazo (...) Cuando se habla mal, generalmente se razona mal; y un lenguaje confuso es, a menudo, un síntoma de una mente confusa."

Pensemos un poco, pues, aunque sólo sea porque, como las perchas, el sifón y el perejil, todavía sale gratis. Veamos. ¿Qué demonios quiere decir eso de que tengo que apretarme el cinturón en benemérito gesto solidario con el prójimo y la prójima? ¿Acaso pretende Su Excelencia que deje de ir al cine dos noches por semana, que no vuelva a cenar fuera de casa hasta nueva orden y que me abstenga para siempre jamás de huir a Centroeuropa con inmejorable escolta ? Bien. Supongamos que, en un repentino ataque de cretinismo filantrópico, uno obedeciese a pies juntillas las consejas estoicas del mandamás. ¿Y? ¿En qué se beneficiaría la economía española si desapareciese de golpe la personal e intransferible contribución de uno al sostenimiento de la demanda agregada del sector servicios? Pues algo así como en nada, más bien todo lo contrario.

Ocurre, para mayor inri, que la del cinturón de castidad consumista es una bobadita retórica que se ha encargado de refutar hasta el mismísimo Fondo Monetario Internacional, institución ahora en manos socialistas que, con tal de combatir la crisis, aconseja aflojar sin demora cuantos cintos, fajas, corsés, medias y ligueros institucionales pudiesen constreñir el alegre consumo de la gente. Y que recomienda hacerlo por la muy expeditiva vía de transferir renta a las personitas humanas, reduciendo, ¡ay!, los ingresos del Leviatán en concepto de impuestos directos.

Dicho en román paladino: que el cinturón te lo aprietes tú, Pedro.

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