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Gabriel Calzada

Nunca es el momento

Los precios garantizados han servido de coartada a nuestros intervencionistas para establecer cuotas y elevar aranceles, barreras de entrada que matan literalmente de hambre a millones de agricultores en el tercer mundo.

No es el momento. Nunca ha sido el momento. Nunca será el momento. Y es que cuando se trata de desregular nunca es el momento para los cancerberos del intervencionismo. En esta ocasión ha sido Michel Barnier, ministro francés de Agricultura y responsable de la política agrícola de la Unión durante el semestre de presidencia francesa, quien haya vuelto a confirmar esta conocida máxima.

Según el ministro de Sarkozy, con la crisis alimenticia mundial no es el momento para reformar la política agrícola común (PAC) en los términos librecambistas que se negocia en la Organización Mundial del Comercio (OMC). En esta ocasión la excusa para no liberalizar consiste en que un desmantelamiento de la PAC reduciría la producción agrícola europea agravando así la escasez y el desabastecimiento de productos alimenticios. Una cosa sí es cierta, los precios artificialmente elevados que la Unión Europea ha establecido por encima del precio de mercado alientan la producción agrícola. Sin embargo, la contrapartida de esa intervención es que la billetera de Bruselas no da para pagar a todo el que le gustaría vender a ese precio a lo largo y ancho del planeta. Así que, para no ver cómo naufragan las arcas europeas, la UE tiene que restringir la entrada de alimentos en Europa. De esta manera los precios garantizados han servido de coartada a nuestros intervencionistas para establecer cuotas y elevar aranceles, barreras de entrada que matan literalmente de hambre a millones de agricultores en el tercer mundo.

En un mundo sin esas barreras, sin restricciones a la biotecnología y subvenciones a productos que compiten con el alimento humano (como sucede con los biocombustibles) difícilmente se darían cuellos de botella como los que estamos viviendo y que padecen con especial crudeza los países pobres. Aun así Barnier, quien asegura que España y otros 20 países respaldan su coartada para no liberalizar, ha dicho en más de una ocasión que lo que debería hacer el resto del mundo es copiar el modelo agrícola europeo. Ese el sueño de todo ingeniero social, un horizonte lleno de aranceles, cuotas, pleitos, negociaciones bilaterales y multilaterales, congresos, cumbres y toda clase de fuegos artificiales para hacer creer a la ciudadanía que hacen algo por la libertad y contra la pobreza. Entre eso y mandar a los ejércitos a la frontera para provocar un conflicto armado no hay mucha diferencia.

Algún ingenuo pensará que tampoco es para mosquearse. Después de todo, este socialista de derechas habla de no cambiar las cosas mientras dure la crisis internacional. Pero yo no me lo trago. Hace unas semanas escuché afirmar a este señor que a “lo que estamos asistiendo alrededor del globo es la consecuencia de demasiado liberalismo”. Está clarísimo. No es que no sea momento para liberalizar... es que, para Barnier y compañía, nunca lo será.

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