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EDITORIAL

¿Eficiencia energética o racionamiento colectivista?

La liberalización del mercado es la mejor forma de garantizar que los procesos de innovación y sustitución se ajusten de manera eficiente a la escasez relativa propia de todos los bienes económicos, incluidas las fuentes de energía.

Potenciar los vehículos eléctricos y la circulación en bicicleta; regalar dos bombillas de bajo consumo a cada hogar; prohibir que la temperatura en los edificios públicos baje de los 26 grados en verano y supere los 21 en invierno; reducir aún más los límites de velocidad en las carreteras de acceso a las ciudades. Estas son algunas de las absurdas medidas de la actualización del "Plan de Ahorro y Eficiencia Energética" con la que el ministro de Industria pretende dilapidar más de 245 millones de euros de los contribuyentes y, de paso, eludir el debate sobre la energía nuclear y la dependencia energética que en nuestro país sigue superando el ochenta por ciento.

En lugar de fijar ciegas y liberticidas restricciones a la demanda, lo que el Gobierno debería hacer es levantar sus absurdos vetos a la producción de la energía, especialmente la nuclear, y dejar que sean los precios los que, sin ineficientes y distorsionadores subvenciones a energías alternativas, guíen a los ciudadanos y a las empresas a la hora de hacer un uso eficiente de la energía. La liberalización del mercado es la mejor forma de garantizar que los procesos de innovación y sustitución se ajusten de manera eficiente a la escasez relativa propia de todos los bienes económicos, incluidas las fuentes de energía.

En lugar de fijar límites y prohibiciones a los ciudadanos en el consumo y la producción de energía, lo que el Gobierno debe hacer es asumir sus responsabilidades por el déficit energético que padecemos, y del que desde luego no vamos a salir con demagógicas y absurdas medidas de racionamiento.

En Libre Mercado

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