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Emilio J. González

Zapatero el fanfarrón

El auditorio de Zapatero en Nueva York, por supuesto, también conoce la realidad. Por eso ZP hace un flaco favor a nuestro país fanfarroneando frente a semejante audiencia, porque deja por los suelos su imagen y la de España.

Flaco favor hace a España el presidente del Gobierno cuando se lanza a declaraciones como las que ha realizado en Nueva York ante un selecto grupo de ejecutivos estadounidenses. Zapatero, en una nueva demostración de que vive en el país de las maravillas y que le basta con desear una cosa para que esta se cumpla, ha dicho, ni más ni menos, que la economía española superará en renta per cápita a Francia en tres o cuatro años. No cabe duda de que a todos nos gustaría que fuera así pero, hoy por hoy, no parece posible salvo que nuestro vecino del otro lado de los Pirineos se hunda de forma estrepitosa, algo que no entra en las previsiones de nadie mínimamente serio. Y es que todo apunta a que las distancias, más que acortarse, van a volver a ampliarse, y de forma considerable. Si no fuera porque por estos pagos le conocemos de sobra, me atrevería a decir que ZP delira.

Ningún líder político de un país occidental que se precie haría jamás lo que está haciendo Zapatero a la hora de afrontar la crisis económica. Lejos de negar la existencia de la misma, empezaría a tomar medidas de inmediato, e incluso exageraría su gravedad para después, como el médico, decir que gracias a él se ha salvado un enfermo a las puertas de la muerte. Y, desde luego, lo que nunca haría, sería tratar de vender por esos mundos lo que solo está en su imaginación cuando la realidad es bien distinta. Zapatero, en cambio, sigue en sus trece. Que Solbes dice que estamos en la peor crisis que recuerda en su vida, pues el presidente sale ahora con que vamos a superar a Francia. Lo malo es que el auditorio elegido esta vez por Zapatero sabe analizar muy bien las cosas y probablemente haya salido de la reunión con una mueca en el rostro entre atónita y jocosa.

Cuando nos encaminamos a pasos agigantados a los tres millones de parados, como poco; cuando estamos entrando en una recesión de la que no sabemos cuándo vamos a salir y mucho menos en qué condiciones; cuando el déficit público se ha desbocado y, muy probablemente, el año próximo va a superar con holgura el límite del 3% establecido por la Unión Monetaria; cuando la inflación campa tranquilamente por sus respetos; cuando a ese sistema financiero del que ZP tanto se enorgullece se le han cerrado los grifos de la financiación fácil, abundante y barata; cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria siembra un mar de dudas acerca de cuándo y con qué intensidad se va a recuperar el crecimiento económico y cuando el Gobierno, lejos de agarrar el toro por los cuernos, sale corriendo a buscar refugio en la barrera en cuanto el astado hace su presencia en el albero no se puede ir por ahí diciendo lo que dice Zapatero, y mucho menos frente a una audiencia muy cualificada y versada en estas cuestiones. Lo que ha hecho el presidente sólo contribuye a incrementar la desconfianza hacia la economía española, una desconfianza que ya asoma en el aumento constante del diferencial de tipos de interés entre el bono español a diez años y el alemán.

En estas circunstancias, lo que hay que hace es hablar alto y claro de lo que sucede y acompañar el discurso con toda una declaración programática seria y creíble acerca de lo que va a hacer el Gobierno para capear el temporal y, si no se cuenta con dicha estrategia, entonces es mejor permanecer callado, porque por la boca muere el pez. Zapatero, en cambio, no sólo no tiene política económica para afrontar la crisis, entre otras cosas porque de la economía sólo le importa el número de los votos que le pueda costar, y sigue pensando que las cosas ya se resolverán por sí solas, sino que, además, hace gala de una impúdica soberbia, que por impúdica se convierte en fanfarronería, acerca de los presuntos puntos fuertes de la economía española, que no lo son tanto. Porque si todo hay que fiarlo a la solidez del sistema financiero, que no se ha ido ya al garete como en otros países gracias al buen hacer del equipo supervisor del Banco de España, entonces estamos construyendo castillos en el aire con una banca mediana que se las ve y se las desea para superar el crack inmobiliario y con unas cajas de ahorros que, salvo las grandes como La Caixa o Caja Madrid, parecen condenadas a un nuevo proceso de integración para sobrevivir a los estragos en sus balances que está ocasionando tanto el estallido de la burbuja inmobiliaria como la propia crisis, la financiera y la nuestra particular.

Todo esto se sabe por el mundo, que para eso hay informes que las empresas y los inversores pagan muy caros con el fin de evitar los errores propios de una mala inversión derivada de la falta de una información y un análisis adecuado de la realidad. El auditorio de Zapatero en Nueva York, por supuesto, también conoce esta realidad. Por eso ZP hace un flaco favor a nuestro país fanfarroneando frente a semejante audiencia, porque deja por los suelos su imagen y la de España en un momento en que resulta necesario restaurar la muy deteriorada confianza en nuestro país... y en su clase dirigente.

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