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Hana Fischer

Capitalismo chatarra

Es usual añadir la expresión "chatarra" para expresar que algo presenta particularidades nocivas, que lo desnaturalizan. A nuestro entender, las crisis financieras se originan en el capitalismo "chatarra".

La actual crisis financiera mundial es una buena ocasión para analizar al "capitalismo". Se trata de una tarea relevante porque sólo si diagnosticamos correctamente cuál fue la génesis de las actuales turbulencias podremos aplicar el remedio adecuado. Parece evidente que en cuestiones económicas siempre hay "ganadores" y "perdedores". La cuestión es decidir quién ha de determinar los integrantes de un grupo u otro.

A lo largo de la historia, fueron los "dueños" del aparato estatal los que arbitrariamente hicieron esta asignación. Príncipes, sacerdotes y altos dignatarios monopolizaron simultáneamente al poder político y económico. Aquellos que aspiraban a enriquecerse debían contar previamente con el favor de esa casta gobernante. Se trataba de recibir privilegios económicos a cambio de apoyo político.

Adam Smith fue el primero en investigar los fundamentos de la riqueza de las naciones. La conclusión principal a la que llegó fue que la economía se rige por leyes naturales que nadie puede –impunemente– desafiar. Desde esta perspectiva, la intervención de los gobernantes no sólo era innecesaria, sino perniciosa. A partir de su obra se desarrolló un sistema conocido con el nombre de "liberalismo". Bajo sus pautas, los "ganadores" serían aquellos que sirvan mejor los deseos de sus semejantes, expresados por medio del libre juego de la oferta y la demanda. Es por eso que bajo este régimen todos salen ganando. Como beneficio adicional, todo se sustenta en la cooperación voluntaria entre hombres libres, lo cual fomenta la armonía entre las diferentes clases sociales. Se basa en reglas "justas" porque el que hoy está arriba mañana puede estar abajo y viceversa.

Carlos Marx acuñó la expresión "capitalismo" para referirse al liberalismo. Debido a su influencia, comenzó a hacerse una analogía entre este sistema económico y la ley de la evolución de las especies de Charles Darwin. Se lo caracterizó como un medio cruel donde se entabla una lucha encarnizada por la supervivencia, de tal modo que sólo algunos –los más fuertes y aptos– progresan, mientras que los demás sucumben. De esta errónea concepción han partido las demandas de vestir al capitalismo con un "rostro humano". Y por alguna extraña razón, se da como una "verdad evidente en sí misma" que sólo los políticos y altos funcionarios gubernamentales son capaces de realizar tal proeza. En la práctica esto significa otorgarles a esas personas el exagerado poder de determinar quiénes han de ser los "triunfadores" y quiénes los "perjudicados".

Algunos analistas afirman que la actual crisis se debe al modelo internacional existente, al cual definen como "la globalización de descontroladas finanzas sin ninguna orientación política". Frente a ese diagnóstico, resulta interesante examinar un caso de "finanzas bajo dirección política" con el fin extraer algunas conclusiones válidas. En Uruguay, la inflación en dólares de 2007 fue de 20% y a eso hay que sumarle la del 2008 que hasta agosto alcanzaba el 26%. Esa tendencia se revertió bruscamente en septiembre.

La fuerte depreciación de la moneda local inquietó a los inversores extranjeros que habían comprado títulos de deuda pública nominados en unidades indexadas a la inflación. Sus expectativas eran que el movimiento anterior se mantuviera. Entonces, se quejaron a los bancos por haberles recomendado esa inversión. Luego, los ejecutivos de esas instituciones hablaron desde Estados Unidos con las autoridades del Banco Central Uruguayo (BCU) para pedir explicaciones por la caída del tipo de cambio. Horas después, un aviso de posible intervención del BCU frenó el aumento del dólar.

Es usual añadir la expresión "chatarra" para expresar que algo presenta particularidades nocivas, que lo desnaturalizan. A nuestro entender, las crisis financieras se originan en el capitalismo "chatarra", donde son los "príncipes" los que determinan quienes deberán pagar los platos rotos.

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