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Luis Pazos

Crisis cíclica o borrachera de créditos

Si no queremos sufrir recesiones fuertes, no provoquemos auges basados en gastos gubernamentales inflacionarios ni en la expansión artificial de los créditos.

Los ciclos de auges y de crisis no son inevitables. Las crisis de las economías libres, intervenidas o centralmente planificadas, de derecha o de izquierda, no son consecuencia de acontecimientos naturales y repetitivos, como los ciclos de la luna o los menstruales de la mujer, sino de políticas populistas, como la de prestar dinero para que adquieran casas a quienes no tienen capacidad de pagar sus hipotecas.

Las crisis en México de 1976, 1882 y 1994 fueron consecuencia de políticas gubernamentales equivocadas, no de ciclos inevitables. Ingerir licor en exceso siempre nos produce una intensa resaca al día siguiente de la borrachera, pero si dejáramos de beber en exceso evitaríamos esa consecuencia. Si no queremos sufrir recesiones fuertes, no provoquemos auges basados en gastos gubernamentales inflacionarios ni en la expansión artificial de los créditos.

La crisis actual no se originó en los países subdesarrollados por los desequilibrios de sus presupuestos, la inflación o los errores de sus políticos, sino en la economía más fuerte y desarrollada del mundo, donde los legisladores crearon las instituciones hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae para ganar los votos de los ciudadanos de bajos ingresos, a quienes facilitaron la adquisición de viviendas muy por encima de su capacidad de pago.

La actual crisis en Estados Unidos no es inflacionaria, como las sufridas en el siglo XX por muchos países iberoamericanos, sino deflacionaria: los impagos de hipotecas otorgadas a personas sin ingresos para cubrirlas se convirtió en el alfiler que pinchó la burbuja. Y ese globo reventado evidenció otros excesos, como los contratos de derivados. Así, Estados Unidos se enfrenta a una crisis caracterizada por la caída de los precios de las viviendas, de los automóviles y del petróleo, a la vez que aumenta el desempleo, la escasez de créditos comerciales y la contracción económica.

Para no sufrir recesiones es necesario que los Gobiernos no creen instituciones que otorgan créditos a quienes no tienen capacidad de pagarlos y, al mismo tiempo, supervisen mejor al sector financiero –sin burocratizarlo–, para impedir la multiplicación de créditos que promueven auges artificiales: esos mismos auges que inevitablemente nos conducen a desagradables resacas y recesiones.

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